Anna (fragmento)Niccolò Ammaniti
Anna (fragmento)

"En los últimos cuatro años de su vida, Anna había sufrido y superado dolores inmensos, fulminantes como la explosión de un depósito de metano, y que aún guardaba en su corazón. Tras la muerte de su madre, había sentido una soledad tan grande y opresiva que se había quedado como tonta durante meses, pero ni una sola vez, ni siquiera por un momento, se le había pasado por la cabeza acabar de una vez con todo, porque notaba que la vida es más fuerte que todas las cosas. La vida no nos pertenece, nos atraviesa. Su vida era la misma que impulsa a una cucaracha a moverse con dos patas cuando la han aplastado, la misma que hace huir a una serpiente de los golpes de la azada, con las tripas fuera. Anna, en su inconsciencia, intuía que todos los seres de este planeta, desde los caracoles hasta las golondrinas, pasando por los humanos, tienen el deber de vivir. Es nuestro cometido, es lo que han escrito en nuestra carne. Hay que seguir adelante, sin mirar atrás, porque nos impregna una energía que no podemos controlar, y aunque estemos desesperados, mutilados, ciegos, seguimos alimentándonos, durmiendo, nadando para que no nos engulla el remolino. Sin embargo, en aquella cantera, esta certeza vaciló. Aquel «Mandolino» pronunciado en voz baja le abrió nuevos y claros horizontes de dolor. Tuvo la sensación de que el corazón se le secaba en el pecho como una flor en un horno, y de que la sangre que corría por sus venas se convertía en polvo. "


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