Las almas juzgadas (fragmento)Miklós Bánffy
Las almas juzgadas (fragmento)

"Era un gornic, un guardabosques, robusto y fornido. Llevaba con altivez su enorme nariz ganchuda porque no era un simple bracero, sino señor de sus tierras que vivía en su propia casa y sólo servía al conde por voluntad. Se le notaba la fortuna. Lucía un gran cinturón remachado con diminutos clavos de cobre como nadie más lo hacía en los neveros, camisa de lino, pantalones nuevos y limpios y un gorro de piel de oveja tan enorme que daría para hacer un chaleco pequeño. En ese momento no lo llevaba puesto, sino que lo tenía en el suelo por cortesía. La brisa apenas movía su pelo negro, generosamente engominado y cortado hasta la altura de la nuca. El año anterior se había encargado del bosque de Intreapa, donde la protección de la explotación forestal había requerido un guardabosques de más autoridad. Estaba explicando los problemas del desmonte. La empresa maderera les había devuelto ochenta hectáreas después de haber talado el bosque. En mayo volvieron a plantarlo con mucho esfuerzo y dinero, pero cuando a mitad de junio salió la hierba, la gente del pueblo llevó el ganado a pastar. Él, Juanye, no había podido impedirlo, no sólo porque el valle deforestado lindaba con los pastos del pueblo, sino porque lo habían atacado con hachas y amenazado con matarlo a golpes. Por otra parte, tampoco habría sido capaz él solo de controlar tal número de animales. Ahora el pueblo llevaba al ganado a pastar allí y con seguridad acabaría pronto con la nueva plantación. Hablaba de manera pausada y con gran aplomo, apoyándose alternativamente en un pie u otro. Cuando le preguntaban, antes de responder cambiaba primero de postura. Era una manera de señalar que no contestaba a la ligera y, para dar fuerza a sus palabras, escupía a un lado sellando así su afirmación. Discutieron un buen rato. Por fin se decidieron. Había que reunir a todos los gornic, en total unas dieciséis personas. Sería suficiente para sacar el ganado. El ingeniero forestal bajaría al Béles al día siguiente y desde allí, junto con el grupo, darían un gran rodeo para cruzar el bosque de Gyermonostor por la noche y llegar a Intreapa de madrugada. Bálint con András Zutor el Meloso, y cuatro hombres más saldrían por la mañana, pasarían la noche en el Ponor y al día siguiente de madrugada se encontrarían con el resto del grupo en la parte del desmonte que daba al pueblo. Así, los lugareños no sospecharían nada y podrían pillar al ganado pastando en zona prohibida. Eran las cinco de la tarde. El sol todavía estaba muy alto, pero ya empezaba a esconderse tras la sierra occidental y el valle se ensombrecía. "


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