Parejas (fragmento) "La angosta escalera de la antigua granja bajaba a través de dos descansillos y se detenía a un peldaño de la puerta principal, en un vestíbulo tan abarrotado que, al abrirse, la puerta golpeaba el poste de la pilastra. A la derecha de Piet, en un salón que el amontonamiento de lilas sumía en la semioscuridad, y donde como centinelas en las penumbras de un castillo los vasos usados la noche anterior —por los Pequeños-Smith, los Saltz y los Guerin— seguían apostados en brazos de sillones y bordes de muebles, Nancy y Ruth estaban mirando la televisión. Un funcionario postal británico, transmitido por satélite, altivo y borroso, hablaba del robo cometido el día anterior en un tren correo londinense, siete millones de dólares, el botín más grande de toda la historia. Por supuesto sin contar asaltos y confiscaciones que deberían calificarse acertadamente de actos políticos, no sé si me entendéis. Por lo que hemos podido determinar, en estos individuos no hay nada de carácter político». La televisión los sacaba al mundo exterior. La pequeña brillantez helada de la pantalla insinuaba un universo de frío profundo más allá de la cálida envoltura de Tarbox, los amigos, la familia. Espejos instalados en Nueva York y Los Ángeles observaban la superficie inhabitable entre ellos e informes irradiados bañaban los rostros de las niñas con un venenoso azul parpadeante. Ese veneno era la vida nacional. Después de Corea a Piet dejaron de interesarle las noticias. Las noticias les ocurrían a otros. A su izquierda, en la cocina ya inundada de sol, Angela repartió la vajilla del desayuno en cuatro manteles individuales de forma rectangular. Plato, vaso, cuchara, cuchillo. Sus pezones le golpeteaban oscuramente el camisón desde el interior. Tenía el cabello suelto, balanceándose al sol mientras se movía, ágil. Piet tuvo la impresión de que estaba cada día más hermosa, de que retrocedía de él hacia los reinos abstractos de la belleza. " epdlp.com |