Encuentro en la Rue Laugier (fragmento)Anita Brookner
Encuentro en la Rue Laugier (fragmento)

"¿Era eso en realidad lo que él quería? Al acabar, él siempre se apartaba, como si ella le impusiera exigencias sin límite que no estaba dispuesto a satisfacer. Ella había ocultado su desconcierto, sabiendo, pese a su falta de experiencia, que no era un hombre al que le interesara dar explicaciones, que para él la integridad consistía en negarse a aclarar sus intenciones. A ella eso no le importaba mucho, porque se decía a sí misma que esa inescrutabilidad era la característica más evidente de los héroes románticos. Indiferente a la mayoría de los hombres, Maud alimentaba un anhelo profundamente atávico por el más corriente de los estereotipos. Su muy genuina impasividad la había hecho insensible a la clase de flirteos experimentales que practicaban su amiga Julie y otras chicas de su círculo. No estaba disgustada por haberse mantenido virgen, pues creía que era un precio muy bajo a pagar por la grandiosa aventura de amor que siempre había tenido en mente: un hombre, sólo uno, que la satisficiera y consumiera por completo. Este objetivo tan escueto no tenía nada que ver con los planes de matrimonio que tenía para ella su madre, y que ella consideraba burgueses, provincianos. Maud sabía, como si ya los hubiera experimentado, que esos planes incluían un traje de novia blanco comprado en Pronuptia y un desayuno de bodas en el Hôtel de la Cloche, en el cual su tía Germaine sería por fin un accesorio y no la protagonista principal, una invitada y no la châtelaine. Y también sabía que su madre consideraría esta celebración, la firma de este contrato, como la conclusión de sus obligaciones maternales, después de lo cual podría incluso producirse un cierto alejamiento que sería aceptable para ambas partes.
Bajo la fachada de decoro que le habían inculcado en la escuela conventual, Maud había alimentado otras ideas. E incluso ahora se maravillaba de haber podido salirse con la suya, de haber encontrado al misterioso extraño, de haber sucumbido, de haberse transportado de gozo y, al lograrlo, de haber superado la vigilancia de su madre, las fantasías de su madre. Ahora podía contemplar con verdadera pena las fiestas sorpresa que daba Julie, en las que ella se había sentido extraña y, la mayoría de las veces, sin compañía masculina, dado que los jóvenes la consideraban desdeñosa, porque no percibían su soledad o, si la percibían, porque la rechazaban. Su triunfo era todavía absoluto, porque el recuerdo de hacer el amor con Tyler tenía prioridad sobre el hecho de que él estaba ausente, y de que esta ausencia no tenía explicación. En realidad, ella sacó fuerzas del hecho de que no tenía explicación, porque era muy de Tyler el actuar a base de impulsos. Era un hombre libre y ella no le impediría que lo fuera. Todo lo que tenía que hacer era esperar a que regresara. Se había llevado una maleta, pero no toda su ropa. Ésta la mantenía ella a la vista, como para confirmar su regreso. "



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