Las veladas del chalet gris (fragmento)Pío Baroja
Las veladas del chalet gris (fragmento)

"Kant nació en 1724, murió en 1804, publicó sus principales obras en tiempo del gran Federico. La Crítica de la razón pura, que salió en 1781, es uno de los libros más desoladores del mundo.
Alejandro II, emperador de Rusia, nació en 1818, murió en 1881 (muerto por los nihilistas); también era hombre liberal.
Dostoievski vivió casi toda su vida, quitando algunos años de su infancia, en el reinado de este emperador, y escribió la que no hubiera podido escribir en muchos gobiernos liberales y republicanos; ¿qué nos importa la República o la Monarquía? Lo que nos importa es la libertad. Si hay un Kant que pueda escribir sus obras, si hay un Dostoievski que haga lo mismo. Lo que queremos es libertad. El espíritu libre es lo que ha producido todo lo grande del mundo, desde Heráclito hasta Einstein. Lo ario es la libertad; lo semítico, el despotismo.
Ulrico de Hutten, teólogo y político alemán, cuenta en las Epístolas que escribió que en tiempo de la Inquisición un pobre perturbado fue atacado por una enfermedad que le hacía gritar como si estuviera ladrando.
Le llevaron al Tribunal de la Inquisición, y en vez de defenderse ante el tribunal y delante del público, empezó a ladrar, y no fue eso lo peor, sino que el público, contagiado de su locura, empezó a ladrar, y aquello se convirtió en una perrera.
Un periodista francés del Segundo Imperio, hablando de que se había llevado a la Biblioteca de París el corazón de Voltaire, dijo que allí había quedado depositada para siempre esta ilustre vértebra. Los periodistas, siempre tan bien enterados. Ellos inventaron esa magnífica frase: «El carro del Estado navega sobre un volcán.»
Carnot decía de Talleyrand: «Si él desprecia mucho a los hombres, se ve que se ha estudiado mucho a sí mismo.»
Balduin, contemporáneo de Calvino, decía de este reformista siniestro «que era su condiscípulo en el colegio de Orleáns y que denunciaba a sus compañeros».
Juan Calvino no hace más que declinar el acusativo.
En el matrimonio de D’Auvigné, de sesenta años, con una jovencita de dieciséis, el cura, que tenía que echar un discurso, tomó como motivo esta frase evangélica: «Perdónalos, porque no saben lo que se hacen.»
Al reformador Saint-Simon no le gustaba leer libros de entretenimiento, ni novelas, ni comedias, ni versos. En cuestión de novelas, decía que le gustaban las más tontas. Así escribió obras tan vulgares y tan huecas. "



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