Noctuario (fragmento)Thomas Ligotti
Noctuario (fragmento)

"Le parecía que los viejos misterios habían sido creados para otro universo, y no para el que él había llegado a conocer. Sin embargo, no había ninguna duda de que en otro tiempo le habían impresionado profundamente. Ebrio de asombro, del mismísimo crudo asombro, podría no haberse apartado jamás del filo dorado blandido en alto por manos ensangrentadas, de la máscara con siete ojos, el ídolo de las lunas, de la ceremonia llamada la Noche de la Noche, junto a otros ritos de iluminación y todas las inmemoriales doctrinas derivadas de sus frenesís. ¿Cómo es posible que le fallaran? ¿Cuándo fue la primera vez que se sorprendió a sí mismo impacientándose con su música y sus rotaciones, cuándo tuvo lugar el primer momento en el que contempló estos misterios y descendió hasta otra clase de asombro?
Antes de que se descubriera su decepción, se marchó y regresó a su antigua secta. Sin embargo, no perdió ni un minuto en tratar de encontrar una nueva. Desafortunadamente, se planteaban los mismos problemas en todas ellas: todas, desde su punto de vista, quedaban anuladas por sus propias profundidades y por un conjunto de misterios que no alcanzaban a romper la superficie del alma insondable, no lograban mirar de frente a las cosas. Todos estos misterios condenaban así todo lo que quedaba fuera de ellos como algo trivial, mereciera dicho destino o no. La injusticia era su esencia y su poder. ¿Se habían creado estas rutinas de iluminación realmente para un universo no socavado por la farsa y la confusión? Pero incluso soñar con un lugar de esas características resultaba inútil, especialmente cuando él podía concebir un plan más ajustado a sus propósitos. Estos propósitos implicaban ni más ni menos que la invención de un culto, sin duda un culto solitario, más ajustado a su visión profana.
Se propuso localizar un lugar de veneración, un emplazamiento abandonado, viejo, aislado y decrépito. De hecho, tenía muchos lugares entre los que elegir y, por un método de selección completamente arbitrario, pronto logró instalarse en uno de ellos. En esta estructura sobrenatural —tejado desmoronado y maltrechas paredes— se atrincheró con los fetiches de su nuevo credo. Éstos consistían en cualquier cosa que pudiera encontrar y que tuviera un aura divina de desuso, de incumplimiento, de desesperanza y desintegración, de grotesca imbecilidad y sinsentido. Tenía expuestas muñecas con las caras rotas en los rincones y sobre pedestales desmoronados. Arrancó de raíz flacos árboles sin vida de sus tumbas naturales y los trasplantó a las losas agrietadas del mosaico del suelo; luego colgó lámparas con gruesas tulipas de cristal verde con cadenas oxidadas desde el techo, y las marchitas ramas de los árboles se bañaron de tonos de moho lívido, así como los rostros de las muñecas y las de varias criaturas momificadas, incluyendo dos abortos humanos que flotaban en tarros en extremos opuestos de un altar recubierto con harapos. "



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