The Return of Peter Grimm (fragmento)David Belasco
The Return of Peter Grimm (fragmento)

"En honor a la verdad ha de quedar constancia de que el Sr. Bartholommey aceptó de buen grado su decepción. No tuvo a bien decir nada y trató de no transparentar lo que sentía en su fuero interno. De hecho, hizo un esfuerzo ímprobo para no sentir ningún tipo de resentimiento contra su difunto parroquiano. Era sin duda uno de los instantes más penosos de su vida. Pero sabía que, en su calidad de pastor, debía ser capaz de perdonar y lo intentaba con todo su corazón. ¡Habría sido tan maravilloso disponer de una considerable suma llegada ya la vejez! ¡Había confiado tanto en ello y se había hecho tantas ilusiones! ¡Había halagado y elogiado tanto a aquel hombre! Y ahora, después de todo eso, se sentía como desnudo, desamparado, con el único consuelo de un vetusto reloj de llavero en sus años de decadencia. Si le era posible, guardaría sus sentimientos para sí mismo. No le importaba que Frederik dispusiera de un triunfo aun mayor o la enorme y descarada amplitud de su sonrisa, así que se dispuso a escuchar cortésmente la tercera parte del memorándum.
"A mi amigo de toda la vida, el coronel Lawton, le dono mi posesión más preciada."
El coronel se enorgulleció. Plegó sus pulgares sobre las sisas de su chaleco y meneó, complaciente, sus pies cruzados. Éste iba a ser el epicentro de la herencia.
Su rictus de seguridad fue demasiado para la Sra. Bartholommey.
¡Oh, cuando los feligreses lo escuchen!
Ella fue interrumpida por el coronel Lawton:
"Yo no sé por qué él debería haber dejado algo a la iglesia, aseveró truculentamente, descruzando sus entrelazadas piernas e inclinándose ferozmente hacia delante arguyó "Él fue muchas veces generoso y únicamente en el último mes replicaron las campanas en su nombre. Tal como yo lo veo, él quiso darle algo que había usado, algo muy personal. Quizás la miniatura y el reloj de llavero apenas tengan valor, pero se trata del sentimiento, de sus sentimientos. Se reclinó de nuevo sobre su silla, reflexionando sobre la palabra sentimiento. Una vez más cruzó sus piernas y contempló a Frederik a través de sus impertinentes.
"Continúa, Fred", instó al albacea.
"Al coronel Lawton, el devocionario de mi padre."
El Sr. Bartholommey esbozó una sonrisa y rio entre dientes, tapándose el rostro con las manos, pero el coronel Lawton parecía aturdido. Su mandíbula pareció ceder y su mirada suplicaba auxilio a Frederik y a los otros.
"¿Qué?, inquirió con voz ahogada, apenas audible. ¿Su libro de oraciones?"
Como cautivo del sueño se inclinó ligeramente y tomó el libro en sus manos, asiéndolo con sus dedos como si se tratara de un error, mirándolo con horror e incredulidad al mismo tiempo.
"¿Eso es todo?", preguntó la Sra. Bartholommey?
"Es todo", respondió Frederik, inclinándose hacia la Sra. Bartholommey mientras sonreía, radiante. "



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