Hasta el último mar (fragmento)Vasili Yan
Hasta el último mar (fragmento)

"El caballo, frenado con la brida, caracoleaba dejando caer espuma y por fin empezó a trotar. El jinete, esbelto y gallardo, cubierto por el resplandor de los rayos del sol que jugaban sobre su ropa de brocado rojo y sobre la hebilla plateada de los arreos, repitió los gestos de su saludo y desapareció entre los árboles.
Olexich se pasó la noche tirado sobre una manta de caballo, sin dormir, con el cuello de la camisa de seda azul desabrochado y con las manos cruzadas bajo la nuca. Sus pensamientos fluían cual un torrente caprichoso. A ratos recordaba los muros de roble de Pereyaslavl reflejados en el lago tranquilo y las luces pálidas de las aldeas cubiertas de nieve que formaban una hilera a lo largo de los barrancos; se acordaba de los templos blancos y majestuosos de la rica y libre Nóvgorod, el doblar de las campanas de las iglesias en los días de fiestas y el repicar persistente y alarmante de las campanadas de la Veche que llamaba a la muchedumbre tumultuosa a reunirse y en la cual él estuvo muchas veces al lado de su amigo de la infancia, el valiente y ardoroso príncipe Alexandr…
De todas maneras, volvía en sus pensamientos a la audiencia con el temible kan tártaro, audiencia que para muchos resultaba fatal… ¿Qué diría este soberano siempre callado, dueño de las llanuras infinitas de las estepas? ¿Qué exigiría y qué se podría contestarle? ¿Quién sabe si llegaría siquiera hasta la tienda de seda de Batú custodiado por los callados guerreros mongoles y los chamanes gritones, que antes de empezar la audiencia le exigen a uno que haga reverencias delante de los arbustos y del fuego sagrado? ¿Podría él sobreponerse al orgullo y la entereza de guerrero ruso? ¿Inclinaría su espalda, o tendría que beber del cáliz amargo de los prisioneros rusos, torturados, con los huesos triturados bajo las tarimas de madera donde los kanes tártaros celebraban sus banquetes después del triunfo de las hordas de Gengis-Kan en el río Kalka? ¿Tendría pensado el rencoroso Batú mandar otra vez sus salvajes e impetuosas tropas a la boscosa Rusia de Súzdal, esas tierras ya devastadas por él una vez, o a la libre y bulliciosa Nóvgorod? ¿Quién resultaría más peligroso para Nóvgorod, los alemanes y los suecos arrogantes que atentaban contra Rusia o el cauteloso Batú-Kan?
Cuando los guerreros llegaron con los caballos prometidos, Gavrila Olexich ya estaba preparado para la audiencia. Se había puesto su cota de malla brillosa y su cinto ancho y plateado, adornado con escamas de oro. A su costado izquierdo colgaba la espada enfundada en una vaina verde adornada con plata, con la empuñadura de «diente de pez», es decir, de colmillo de morsa. En su cabeza resplandecía el casco con grabados ornamentales; por debajo del mismo se asomaban sus cabellos ligeramente rizados color castaño claro. Calzaba botas rojas de cordobán bordadas y con las puntas levantadas. "



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