Barba Azul (fragmento)Charles Perrault
Barba Azul (fragmento)

"Las vecinas y sus mejores amigas no esperaron a que fueran a buscarlas para ir a la mansión de la recién casada, pues estaban impacientes por ver sus riquezas. No se habían atrevido a ir antes porque la barba azul del marido les provocaba miedo.
Pronto recorrieron una a una todas las habitaciones, abrieron los armarios y los gabinetes, y todos les parecían cada vez más bellos y ricos. Después subieron a los guardamuebles, que estaban llenos de bellos tapices, camas, sofás, escritorios, candelabros, mesas y espejos en los que se podían reflejar de la cabeza a los pies y cuyos marcos, unos de cristal, otros de plata y de bermejo dorado, eran los más bellos y lujosos que habían visto. Las amigas no dejaban de alabar y envidiar la suerte de la joven. Ella, sin embargo, no se divertía enseñándoles todas esas riquezas, pues la dominaba la impaciencia por abrir el gabinete prohibido.
Tanta era su curiosidad que no le importó dejar solas a sus amigas; bajó por una pequeña escalera secreta con tanta prisa, que dos o tres veces estuvo a punto de tropezar. Al llegar a la puerta del gabinete se detuvo unos instantes y pensó en la prohibición de su marido y en lo que podría sucederle por su desobediencia. Sin embargo, la tentación era tan fuerte que no pudo resistirla: tomó la llavecita y, temblando, abrió la puerta del gabinete.
Al principio no vio nada porque las cortinas estaban cerradas, pero al cabo de unos instantes empezó a ver que el suelo estaba completamente cubierto de sangre coagulada y que en la sangre se reflejaban los cuerpos de varias mujeres muertas, sujetadas a las paredes. Eran las jóvenes a las que Barba Azul había desposado y que había degollado una tras otra. Creyó morir de miedo, y la llave del gabinete se le cayó de la mano.
Después de haber recobrado el aliento, recogió la llave, cerró la puerta y subió a su habitación para calmarse un poco; pero estaba tan perturbada que no lo logró.
Entonces vio que la llave del gabinete estaba manchada de sangre y, aunque la limpió muchas veces, la sangre no desaparecía. Por más que la lavó y la frotó, la mancha continuaba ahí, pues la llave estaba hechizada y no había forma de limpiarla: cuando quitaba la sangre de un lado, reaparecía en el otro.
Barba Azul regresó de su viaje esa misma noche y dijo que en el camino había recibido cartas que le informaban que el asunto de su viaje acababa de solucionarse a su favor. Su mujer hizo todo lo que pudo para demostrarle que estaba encantada de que hubiera regresado.
Al día siguiente, su marido le pidió las llaves. Ella se las dio con una mano tan temblorosa que él adivinó todo lo que había pasado. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com