Bajo el sol (fragmento)Guy de Maupassant
Bajo el sol (fragmento)

"Cuando avanzamos hacia el sur, vemos salir a la luz un aspecto repugnante de los judíos que permite entender el odio feroz que estas gentes inspiran en determinados pueblos, e incluso los recientes asesinatos de alguno de ellos. Los judíos de Europa, lo judíos de Argel, los judíos a los que conocemos, a los que frecuentamos cada día, nuestros vecinos y nuestros amigos, son hombres mundanos, instruidos, inteligentes, a menudo encantadores. Y nos indigna mucho enterarnos de que los habitantes de una pequeña ciudad desconocida han degollado y ahogado a cientos de hijos de Israel. Hoy ya no me sorprende, porque nuestros judíos no se parecen en nada a los judíos de aquel lugar.
En Bu Saada, los vemos en cuclillas bajo cubiles inmundos, hinchados de grasa, sórdidos y acechando al árabe como una araña acecha a la mosca.
Lo llaman, tratan de prestarle cien perras y a cambio le hacen firmar un papel. El hombre conoce el peligro, duda, se resiste. Pero el deseo de beber, junto con otros deseos, lo tientan. ¡Cien perras representan para él tantos goces!
Y finalmente cede, toma la moneda de plata y firma el grasiento papel.
Al cabo de tres meses deberá diez francos, cien al cabo de un año, doscientos al cabo de tres años. Entonces el judío pone en venta su tierra, en caso de que la tenga, o si no su camello, su caballo, su borrico, en fin, todo lo que posee.
Los jefes, los caids, agás o Bach agás, caen igualmente en las garras de esas rapaces que son plaga, la sangrienta plaga de nuestra colonia, el gran obstáculo de la civilización y del bienestar del árabe.
Cuando una columna francesa va a saquear a alguna tribu rebelde una nube de judíos la sigue y adquieren a bajo precio el botín que luego revenden a los árabes apenas se aleja el ejército.
Si se toman, por ejemplo, seis mil corderos en una comarca ¿Qué hacer con esos animales? ¿Llevarlos a las ciudades? Morirían por el camino pues no sería posible alimentarlos, darles de beber durante los doscientos o trescientos kilómetros de tierra yerma que es preciso atravesar. Y además para llevar y proteger una caravana semejante sería necesario disponer del doble de tropas de las que dispone la columna.
¿Entonces qué: matarlas acaso? ¡Qué masacre y qué ruina! Y encima los judíos están allí dispuestos a comprar por dos francos unos corderos que valen veinte. De todos modos el Tesoro seguirá ganando doce mil francos. Se las vendemos.
Ocho días más tarde los primeros propietarios recuperan sus corderos a tres francos por cabeza. La venganza francesa no sale muy cara.
El judío es el dueño de todo el sur de Argelia. No hay árabe que no tenga una deuda pues no le gusta devolver. Prefiere renovar su contrato al cien o doscientos por ciento. Y al ganar tiempo se cree a salvo. Haría falta una ley especial para modificar esta situación lamentable. "



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