El mundo nuevo (fragmento)Louise Michel
El mundo nuevo (fragmento)

"Los cazadores tomaron un último trago de las calabazas de Alejo y de sus compañeros. Todos comieron con un apetito de exploradores de los hielos de unas conservas de no sé qué reses secadas al sol; se levantaron de la hoguera los dos hermanos, guiando la caza sobre la pista donde no se encontraría el oso, pero que aproximaba a los fugitivos al fin de su empresa, esto es, atravesar la Siberia por el lado del estrecho de Bering; y como la parte de la América del Norte no es de Rusia desde la muerte de Alejandro II, al llegar allí serían libres.
El proyecto de los Miralowski era hacer en compañía de Alejo una buena parte de la marcha. La seguridad al principio de un viaje es una buena manera de ponerse en disposición de felices aventuras.
Con la más escrupulosa atención, unas veces Iván, otras Fedor, levantaban las huellas del oso, explicando a los cazadores cosas que les maravillaban. La caza, llevada de un ardor juvenil, iba a paso de carga a través de las estepas. En el momento de descubrir el animal, desaparecía. Quizá era el espejismo, quizá la astucia desplegada por el oso para sustraerse a sus enemigos.
Lo más bonito del caso fue que el oso, como si hubiese querido burlarse de los que le perseguían, volvió gravemente sobre sus pasos y se extendió ante el fuego abandonado, limpiándose las patas con un cuidado muy particular.
Por la mañana, Iván y Fedor, que deploraban sin Cesar la mala suerte de la caza, se pusieron solos en campaña.
Querían a todo trance matar al oso, y a pesar de la oposición de los demás cazadores, se introdujeron por los claros del bosque, donde, decían ellos, el oso daba señales de su presencia. Pero no volvieron más.
El oso sin duda se los había comido. De allí un nuevo y grande ardor de venganza. Alejo juró no entrar en Tobolsk sin la piel del oso, que había por segunda vez devorado dos hombres.
¡Pobre oso! Mejor prefería un panal de miel que la carne humana, y con una gran sangre fría para un personaje perseguido, se fue, bien limpiado, a procurar hacer salir las abejas de las colmenas del bosque.
Mientras Alejo procuraba inflamar con sus discursos el ardor de sus camaradas; llegó un correo que les buscaba desde la noche, siendo posible encontrarles gracias a la particularidad de las soledades del Norte de oír a muchas leguas el sonido de la voz. La de Alejo, alta y fuerte, le había sido útil a través del profundo silencio. "



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