Diálogo de las cosas acaecidas en Roma (fragmento)Alfonso de Valdés
Diálogo de las cosas acaecidas en Roma (fragmento)

"LATANCIO: ¡Que Roma no tornase a tomar los vicios que tenía, ni en ella reinase más tan poca caridad y amor y temor de Dios!
ARCIDIANO: Pues el sacro Palacio, aquellas cámaras y salas pintadas, ¿qué merecían? Que era la mayor lástima del mundo verlas hechas estalas de caballos, y aun al fin todo quemado.
LATANCIO: Por cierto, sí. Mucha razón fuera que, padeciendo toda la ciudad, se salvase aquella parte donde todo el mal se aconsejaba.
ARCIDIANO: Pues la Iglesia del Príncipe de los Apóstoles, y todos los otros templos y iglesias y monasterios de Roma, ¿quién os podría contar cómo fueron tratados y saqueados? Que ni quedó en ellos oro, ni quedó plata, ni quedó otra cosa de valor que todo no fuese por aquellos soldados robado y destruido. ¿Y es posible que quiera Dios que sus propias iglesias sean así tratadas y saqueadas, y que las cosas a su servicio dedicadas sean así robadas?
LATANCIO: Mirad, señor, esa es una cosa tan fea y tan mala que a ninguno puede parecer sino mal; pero, si bien miráis en ello, hay en estas cosas a Dios dedicadas tanta superstición, y recibe la gente tanto engaño, que no me maravillo que Dios permita eso y mucho más, porque en estas cosas haya alguna moderación. Piensa el mercader, después que mal o bien ha allegado una infinidad de dineros, que todos cuantos males ha hecho, y aun hará, le serán perdonados si edificase una iglesia o un monasterio, o si diere una lámpara, o un cáliz o alguna otra cosa semejante a alguna iglesia o monasterio, y no solamente en esto se engaña, pareciéndole que hace por su servicio lo que las más veces se hace por un Fausto o por una vana gloria mundana, como manifiestan las armas que cada uno pone en lo que da o en lo que edifica; mas, fiándose en esto, le parece que no ha más menester para vivir como cristiano, y seyendo éste un grandísimo error, no tienen vergüenza de admitirlo los que dello hacen su provecho, no mirando la injuria que en ello se hace a la religión cristiana.
ARCIDIANO: ¿Cómo injuria?
LATANCIO: ¿No os parece injuria, y muy grande, que lo que muchos gentiles, con sola la lumbre natural, alcanzaron de Dios, lo ignoremos ahora los cristianos, enseñados por ese mismo Dios? Alcanzaron aquellos que no era verdadero servicio de Dios ofrecerle cosa que se pudiese corromper; alcanzaron que a una cosa incorpórea, como es Dios, no se había de ofrecer cosa que tuviese cuerpo por principal oferta, ni por cosa a él mucho grata; dijeron que no sabía qué cosa era Dios el que pensaba que Dios se deleitaba de poseer lo que los buenos y sabios se precian de tener en poco, como son las joyas y riquezas, y ahora los cristianos somos tan ciegos, que pensamos que nuestro Dios se sirve mucho con cosas corpóreas y corruptibles.
ARCIDIANO: Luego de esa manera ¿queréis decir que no se hace servicio a Dios en edificar iglesias, ni en ofrecer cálices y otras cosas semejantes?
LATANCIO: No digo eso, antes digo que es bueno si se hace con buena intención, si se hace por la gloria de Dios y no por la nuestra; pero digo que no es eso lo principal; digo que más verdadero servicio hace a Dios el que le atavía su ánima con las virtudes que él mandó, para que venga a morar en ella, que no el que edifica una iglesia, aunque sea de oro y tan grande como la de Toledo, en que more Dios, teniéndole con vicios desterrado de su ánima, aunque su intención fuese la mejor del mundo. Y digo que es muy grande error pensar que se huelga Dios en que le ofrezca yo oro o plata si lo hago por ser alabado o por otra vana intención. Digo que se sirve más Dios en que aquello que damos a sus iglesias, que son templos muertos, lo demos a los pobres para remediar sus necesidades, pues nos consta que son templos vivos de Dios. "



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