El niño del ingenio de azúcar (fragmento)José Lins do Rêgo
El niño del ingenio de azúcar (fragmento)

"La semblanza de la tristeza asolaba mi imberbe rostro. Querría haber podido imitar a mis primos en sus infantiles divertimentos y acometer todas las diabluras que aquéllos emprendían. Solía ser visto por todas partes en compañía de los negritos, pero, en el fondo, irradiaba infortunio y desdicha. En ocasiones se enseñoreaba de mi ánimo un rictus taciturno y meditabundo y, solitario, deambulaba por debajo de los árboles de la huerta, mientras escuchaba el canto de los pájaros.
[...]
Mi mente ponderaba pensamientos y vicisitudes propias, imposibles de ser referidas a otras personas. Hacía ya más de cuatro años que trabajaba en aquel lugar destinado a la caña de azúcar. Desde que llegara de Recife, todo había cambiado.
Me decían que en el curso de un año empezaría el colegio. ¿No podía evitar preguntarme qué sería eso del colegio? Mis primos me contaban tantas cosas del mismo. Recuerdo que me hablaban de un director horroroso, de sillas y mesas, de castigos, recreos y de ejercicios militares y lo cierto es que me veía impelido por mi voluntad a acompañarlos. Pero permanecía en mi puesto de trabajo. La Tía María se ocupaba de mí como si fuera mi propia madre. Y el recuerdo de mi propia padre teñía de cenizas mis retiros y solaces. ¿Por qué había tenido que morir? ¿Y por qué motivo no recibía noticia alguna de mi padre? Cada vez que pregunta por él, me contestaban que se encontraba enfermo en el hospital. Pensaba en el hospital como en un lugar aciago del que jamás se volvía. Quienes acudían al mismo, con una carta de mi abuelo, jamás regresaban. Y las mismas mulatas cuando hablaban del hospital mudaban su tono de voz: "Voy al hospital" y en realidad querían decir que iban a morir. "



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