La balsa de piedra (fragmento)José Saramago
La balsa de piedra (fragmento)

"Pedro Orce dejó de sentir frío. La noche se ha vuelto más clara, aparecen otras estrellas, y el perro, que durante un minuto se había ausentado, vuelve a la carrera, no le han enseñado a tirar de los pantalones del amo, pero ya lo conocemos bastante para saber que es muy capaz de comunicar lo que es su voluntad, ahora deberá Pedro Orce acompañarlo hasta su descubrimiento, ahogado arrojado a la costa, arca del tesoro, vestigio de la Atlántida, resto del Holandés Errante, obsesiva memoria, y cuando llegó vio que no eran más que piedras entre piedras, pero, no siendo este animal perro que se engañe, algo habría allí de singular, fue entonces cuando reparó en que sus propios pies se asentaban sobre ella, sobre la cosa, una piedra enorme, con la forma tosca de un barco, y allí otra, larga y estrecha como un mástil, y otra más, ésta sería el timón aunque partido. Creyendo que la poquísima luz lo engañaba, fue dando la vuelta a las piedras, tanteando y palpando, y así dejó de tener dudas, este lado, alto y aguzado, es la proa, este otro, romo, la popa, el mástil inconfundible, y el timón sólo podría ser, por ejemplo, espadilla para un gigante si esto no fuese, realmente, donde está, un barco de piedra. Fenómeno geológico, ciertamente, Pedro Orce conoce de químicas más de lo suficiente para poder explicarse a sí mismo el hallazgo, una antigua barca de madera traída por las olas o dejada por los mareantes, varada en estas lajas desde inmemoriales tiempos, después la cubrieron las tierras, se mineralizó la materia orgánica, otra vez las tierras se retiraron, hasta hoy, serán precisos millares de años para que se apaguen los contornos y mermen los volúmenes, viento, lluvia, la lima del frío y del calor, llegará un día en que no se distinguirá la piedra de la piedra. Pedro Orce se sentó en el fondo del barco, en la posición en que está no ve más que el cielo y el mar distante, si esta nave se balanceara un poco creería que iba navegando, y entonces, cuánto puede la imaginación, se le ocurrió la idea absurda de que quizá fuera realmente navegante esta nave petrificada, hasta el punto de que fuera ella la que arrastraba la península a remolque, no se puede confiar en los delirios de la fantasía, claro que no sería imposible que ocurriera, otras acrobacias más difíciles se han visto, pero se da el caso irónico de que el barco tiene la popa dirigida hacia el mar, ninguna embarcación que se respete navegaría alguna vez reculando. Pedro Orce se levantó, ahora tiene frío, el perro saltó la amurada, es hora de volver a casa, señor amo, que no está usted para trasnochar, no lo hizo de joven y va a hacerlo ahora. "


El Poder de la Palabra
epdlp.com