Dos horas de sol (fragmento) "Afuera, la lluvia no cedía, los vientos azotaban los árboles y palmeras y transitar era difícil. Habían subido en la combi de la revista y Melgarejo iba al volante, mentando madres, porque, además del agua, había mucho tránsito. -Ve nomás cómo se mete este pendejo, está viendo la tempestad y no se hinca -decía-. Y ora checa a ese baboso, pero qué pinche manera de manejar, puta, por suerte vamos superdespacísimo que si no, le damos. Chale, y ora éste, no se puede, carajo, es taxista, con razón, en todo México los taxistas son unos pinches ojetes, ¿o qué no?, ya ni la hacen. Con dificultades llegaron al centro y luego enfilaron monte arriba hacia la Quebrada-¡Ay hijo de la chingada, esta madre se está derrapando! -chilló Melgarejo, porque, al re arrancar después de un alto, las ruedas de la camioneta patinaron durante unos momentos a causa de los torrentes de agua y basura que bajaban por la calle de la Quebrada. Cuando llegaron, llovía estrepitosamente. Melgarejo se detuvo frente al mirador. Durante unos instantes todos guardaron silencio y sólo se escuchó el fuerte ruido del motor del desempañador que opacaba todo lo demás. El agua caía con fuerza luminosa sobre la combi y no permitía ver casi nada. Apenas se alcanzaban a distinguir otros autos estacionados. Era una lástima porque a Tranquilo le hubiera gustado ver la agreste pared casi vertical de rocas, el acantilado de cuya cumbre los acapulqueños se tiraban temerariamente. Lo recordaba tan bien. Cuando era niño sus padres vacacionaban con frecuencia en Acapulco y él no se perdía el espectáculo de los clavadistas, algunos con capas, máscaras o antorchas; le gustaba en especial el ambiente que se armaba en la escalinata cada vez más empinada que formaba miradores y donde siempre había ríos de gente, visitantes y vendedores de una legendaria nieve de coco que venía en botes colorados; también vendían paletas, papas fritas, chicharrones, algodones, dulces e infinidad de cosas más. Le subyugaba también la furia con la que el mar arremetía la boca del arrecife y latigueaba la caverna que había en el fondo. " epdlp.com |