Pueblos perdidos (fragmento)Gil Blas Tejeira
Pueblos perdidos (fragmento)

"Martina dio cumplida cuenta de su gestión a María de los Ángeles, la que, acostumbraba a las iniciativas de su sirvienta, no le hizo el menor reproche y antes se mostró agradecida y satisfecha.
El trato de la chapina con el sacerdote había sido siempre cortés, pero superficial. Levantada en la fe católica y conocedora de que la Iglesia improbaba la unión de una pareja fuera del matrimonio, reprimió sus impulsos de confesarse, ya que sabía que no lograría la absolución si no renunciaba a su amor por Camile Rostand. Además, no podía, sin ser insincera, confesar que estaba arrepentida del amor que llevaba arraigado profundamente en su alma y la compensaba de vivir en tierra extraña sin más familia que su amante y su hijo.
Iba a misa María de los Ángeles. Para ello no se sentía cohibida por su calidad de amante del francés, ya que varias mujeres gatuneras vivían en amancebamiento y no por ello se alejaban del templo. Más de una vez quiso hablar con el padre Villanueva, no para confesarse y conseguir la absolución de su único y vital pecado, sino para encontrar comprensión y simpatía en un ministro del Señor suficientemente humano para entender que de no haberse unido al francés, ella habría estado expuesta a mayores peligros.
Ahora, ante la perspectiva de entregar a su hijo a los cuidados de un sacerdote virtuoso e instruido, sentía que su pecado era menos pecado y que a través del fruto de su vientre retornaba a los caminos de su Dios y de su fe.
Se vistió María de los Ángeles con las ropas que consideró más sencillas y adecuadas para visitar a un sacerdote, arregló con su mejor traje a Camilo y, con éste de la mano, se encaminó a la muy sobria casita que servía de alojamiento al padre Villanueva, quien recibió a madre e hijo con gentileza inspiradora de confianza. Pareció el cura más interesado en dialogar con el niño que con la madre y no pudo menos que reír cuando en las palabras de Camilo la d era sustituida por la r suave. "



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