Mis recuerdos (fragmento)Francisco Largo Caballero
Mis recuerdos (fragmento)

"Durante un viaje que hice a Madrid para visitar hospitales y frentes, a Miaja no se le caía de los labios este estribillo: «¡Soy la vedette de Madrid!» Todo esto tuvo sus consecuencias: la vedette ingresó en el Partido Comunista, oficial o extraoficialmente.
La campaña emprendida por el Partido Comunista contra el general Asensio no tiene nombre. No tiene otra explicación que el haberse negado a pasar el Rubicón como la vedette de Madrid. Y tuve que relevarle del mando del Ejército del Centro sustituyéndolo por el general Pozas, y nombrarle Subsecretario. Ahora se obstinaban en echarlo del Ministerio. «¿Por qué?», le preguntaba. «Porque es un traidor.» ¡Pruebas! ¡Indicios! «Tenemos muchas —contestaban—, las traeremos.» Esta escena se repetía constantemente con el Comité del Partido Comunista, con sus ministros, con su embajador... pero nunca las traían. Los ministros, en todos los Consejos, planteaban la misma cuestión: tenía que echar al Subsecretario, era un peligro en el Ministerio. Les pedía pruebas y ofrecían llevarlas, pero nunca lo hacían. ¡Inocentes olvidos!
El Comité Comunista se presentó una vez más en mi despacho a reclamar oficialmente la destitución de Asensio. Les contesté que no estaba dispuesto a cometer una injusticia a sabiendas, y que por lo tanto les pedía nuevamente pruebas o indicios que justificaran su acusación. No poseían nada. Cuando se convencieron de que acusándole de traidor no conseguirían nada, le acusaron de borracho y mujeriego. Les contesté que nunca le había visto embriagado, y que me extrañaba que repudiasen a un general español porque le gustasen las mujeres, cuando me constaba que habían dado ingreso en su partido a invertidos. Esto les debió sentar como un sinapismo y se marcharon descontentos.
Otro día, nada menos que el Embajador de Rusia señor Rosemberg, acompañado de Álvarez del Vayo, me visitó para pedir lo mismo que el Comité del Partido. Esto me pareció demasiado. Me levanté de la silla, y en tono nada diplomático le rogué que saliera y no volviera a hablarme más de tal asunto. Quedé solo con Álvarez del Vayo. Le increpé por estar haciendo el juego a los comunistas en un momento y era un asunto tan grave como acusar a un general de traidor sin pruebas, ni siquiera indicios, y además yo tenía la prueba de todo lo contrario, esto es, de su lealtad y honradez. Sólo se le ocurrió contestar que cuando la gente lo decía, aún siendo injusto, debía echársele. ¡Buena teoría! ¿Pero qué gente lo decía? Los comunistas, y nadie más. "



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