Escenas cotidianas (fragmento)Gaspar Betancourt Cisneros
Escenas cotidianas (fragmento)

"Todavía más. Las casas ricas, aun las más ricas, monopolizan los oficios que pudieran hacer las pobres. Aquéllas son revendonas de los frutos que producen por mayor, y le quitan a la camagüeyana pobre la pitanza que pudiera sacar del menudeo. Casas ricas hay donde compran el sebo para fabricar velas y jabón y, con la facilidad que brindan las riquezas, se establece una especie de monopolio industrial que la camagüeyana pobre no puede derrocar por la competencia. Norabuena que la fábrica sea del rico; pero éste jamás emplea mujeres pobres en la elaboración. Esto mismo es aplicable a la harina, al tabaco, al azúcar y otros muchos renglones que pudieran emplear centenares de mujeres pobres. Para colmo de males de la camagüeyana pobre, se ha extendido el derecho de pulperías a los puntos en que las pobres menudeaban los frutos que produce el país, y gravita sobre ellas un impuesto de cuarenta pesos para poder menudear. Los ricos no han representado a la Intendencia, porque ellos pueden vender sin gravamen alguno sus cosechas.
Todavía más. Muchas señoras ricas, es verdad, se harían cargo de recoger niñas pobres; y muchas madres se las confiarían gustosas. Pero la moral de nuestros hombres no es la más severa (salvo aquellas excepciones honrosas que pueden señalarse con el dedo) y convertirían la hospitalidad generosa en un manantial de inquietudes para una madre de familia.
Todavía más. Los principios y conducta de los ricos influyen en los de los pobres, porque el pobre quiere imitar al rico, como el hijo al padre, el discípulo al maestro. ¿Y cuál es la familia distinguida a quien arruinó la fortuna que diese jamás el honroso ejemplo de servir en las casas pudientes? ¿Cuáles se acomodaron de tenderas, cuáles fundaron seminarios, casas de huéspedes, almacenes de modistas o industrias semejantes? Tampoco tengo noticia de que haya en el país una casa de beneficencia o de corrección, grandes manufacturas o fábricas en que emplear y morigerar a nuestras mujeres pobres.
Monopolizados, por decirlo así, en manos de los ricos, y envilecidos por la opinión los oficios a que pudieran dedicarse las mujeres pobres, veamos de paso si los efectos de primera necesidad están equilibrados con los recursos de los pobres. Un cuarto de la casa del rico vale tres o cuatro pesos de alquiler; una arroba de carne tres pesos; una arroba de azúcar dos pesos; la libra de café dos reales y, finalmente, cuatro plátanos medio real. Sobrecargado el comercio de Puerto Príncipe por un exceso extraordinario de flete por tierra, por la falta de comunicaciones expeditas y baratas, los efectos del extranjero son igualmente caros. De este modo, la camagüeyana pobre encuentra cerrados, o por lo menos obstruidos, los caminos de la fortuna, único estímulo de la industria, y desde el plátano hasta el agua que bebe, desde el techo hasta el jergón que cubre su honestidad, todo le cuesta al más alto precio de la isla de Cuba. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com