Retrato de Shunkin (fragmento)Junichiro Tanizaki
Retrato de Shunkin (fragmento)

"Shunkin era una mujer de costumbres exigentes e impecable en su apariencia. Se cambiaba a diario y hacía limpiar a fondo sus habitaciones por la mañana y por la tarde; antes de tomar asiento pasaba atentamente las yemas de los dedos sobre los almohadones y las esteras del suelo, porque no soportaba la más leve mota de polvo. Se cuenta que un alumno suyo que tenía problemas de digestión fue un día a clase con mal aliento. Shunkin dio un toque ominoso a la tercera cuerda de su samisen, depositó el instrumento a sus pies y se quedó, con el ceño fruncido, sin decir palabra. El alumno, azorado, preguntó tímidamente si pasaba algo. Cuando lo preguntó por segunda vez, ella repuso: «Yo seré ciega, pero el olfato me funciona perfectamente. ¡Ve a enjuagarte la boca!».
Quizá Shunkin tuviera la manía de la limpieza por su falta de visión, pero que una mujer descontentadiza sea además ciega multiplica infinitamente las dificultades de quienes la atienden. La tarea de servirle de lazarillo no se reducía a llevarla de la mano aquí y allá. Había que ocuparse de todos los pormenores de su vida cotidiana: darle de comer y de beber, levantarla y acostarla, bañarla, llevarla al aseo y así sucesivamente. Y como Sasuke venía teniendo encomendados todos esos menesteres desde que Shunkin era niña, y entendía todas sus rarezas, nadie más podía desempeñarlos a su gusto. En ese sentido más que en el fisiológico, Sasuke era indispensable.
Además, en la casa de Dosho-machi Shunkin había vivido sometida a la influencia restrictiva de sus padres, hermanos y hermanas; pero cuando se vio ama y señora sus melindres y caprichos fueron de mal en peor, y las obligaciones de Sasuke se hicieron aún más gravosas.
Debo a Shigizawa Teru algunos detalles que lógicamente se omitieron de la Vida. «Incluso en el cuarto de baño, mi señora nunca se lavaba ella misma las manos», me contó. «Shunkin no estaba acostumbrada a hacer esa clase de cosas sola; todo se lo hacía Sasuke. Incluso la bañaba. Se dice que hay grandes damas que ven como lo más natural que la servidumbre las lave de la cabeza a los pies, y no les da ningún pudor; así era la actitud de mi maestra hacia Sasuke. Quizá fuera por ser ciega, pero yo pienso que estaba tan habituada a que cuidaran de ella, al cabo de tantos años, que no se paraba a pensar. Era también muy coqueta. Aunque no se hubiera visto en un espejo desde que era niña, no tenía la menor duda de su belleza. Gastaba tanto tiempo como la que más en elegir la ropa, o en peinarse y maquillarse.»
Yo me imagino que la poderosa memoria de Shunkin retendría durante mucho tiempo la imagen de su hermosura cuando era una niña de ocho años. Además, rodeada siempre de cumplidos y alabanzas, sabía muy bien que era hermosa. De ahí que dedicara horas sin cuento al cuidado de su aspecto. "



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