Tiempo de un centenario (fragmento)Mircea Eliade
Tiempo de un centenario (fragmento)

"Durante los últimos años de la guerra, descubría a menudo que las reservas del banco estaban acabándose. Con curiosidad e impaciencia, esperaba la solución de la crisis. La primera vez recibió un giro postal de mil francos de una persona de la que jamás había oído hablar. Su carta de agradecimiento le fue devuelta con la indicación «desconocido en esta dirección». En otra ocasión se tropezó casualmente en el restaurante de la estación con una compañera. Al decirle ella que se marchaba a Montecarlo durante una semana, le rogó que fuera al Casino al tercer día, a las siete de la tarde («a las siete en punto», le insistió) y que, en la primera mesa del primer salón de ruleta, jugara cien francos a cierto número. Le pidió encarecidamente que guardase el secreto y volvió a hacerle idéntico ruego cuando la joven le trajo emocionada tres mil seiscientos francos.
El último suceso le apasionó sobremanera (precisamente ese acontecimiento fue lo primero que le vino a la mente cuando oyó «Tú ya sabes a lo que me refiero...»). Todos los días al volver de la biblioteca pasaba por delante de una filatelia con tres escaparates. Esta vez, sin saber por qué, se paró y se puso a mirar al azar. El coleccionismo filatélico no le había interesado jamás, y se preguntaba por qué no podía despegarse de uno de los escaparates, en apariencia el menos atrayente. Cuando sus ojos se posaron sobre un álbum viejo y de pobre aspecto, comprendió que tenía que comprarlo. Costaba cinco francos. Al llegar a casa comenzó a hojearlo con atención y curiosidad, aunque no sabía lo que buscaba. Sin duda había pertenecido a un coleccionista principiante, quizá a un estudiante de bachillerato. Hasta un no entendido como él se había percatado de que los sellos eran recientes y de poco valor. De repente se decidió. Cogió una cuchilla de afeitar y se puso a cortar las tapas de cartón. Con gran cuidado sacó del interior varios sobres de celofán llenos de sellos antiguos. Era fácil suponer lo que había pasado. Alguien, perseguido por el régimen, había conseguido con éxito sacar así de Alemania una gran cantidad de sellos raros.
Volvió al día siguiente y preguntó al dueño del establecimiento si recordaba quién le había vendido el álbum. No lo sabía. Lo había comprado con un lote de álbumes viejos en una subasta unos años antes. Cuando le enseñó los sellos que había sacado del interior de las tapas, el comerciante se quedó blanco como la cera. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com