Artículos de costumbres (fragmento)Emilio Roig de Leuchsenring
Artículos de costumbres (fragmento)

"Apasionada por el cine, sigue nerviosa y anhelante las peripecias del drama que la cinta desenvuelve y cuando los protagonistas se unen y estrechan en uno de esos besos largos, interminables, imprescindibles en casi todas las películas modernas, siente que algo desconocido y raro conturba y estremece todo su cuerpo.
El baile la vuelve loca, y cuando ya rendida, muy tarde, se retira a su casa, en su lecho de virgen inconforme sueña toda la noche, despertándose a menudo, nerviosa y sobresaltada. Y amanece con la boca seca, las sienes palpitantes y unas ojeras profundas orleando sus negros ojos.
De inteligencia clara, viva y despierta, apenas aprendió, sin embargo, durante el poco tiempo que estuvo en el Externado, aquellas nociones más elementales de la primera enseñanza, pero en cambio, por una íntima amiga, conoce los misterios del amor, y presiente y quiere adivinar sus secretas delicias.
Diariamente y con fruición devora las crónicas sociales y sobre todo las del maestro «Fonta», que ya varias veces la ha mencionado entre las jeune filles y en una ocasión —no la podrá olvidar— le dedicó un «párrafo aparte». Ha leído también, a escondidas de su madre, algunas novelas de Prevost, y Zamacois y Trigo.
Una de sus mayores distracciones es el automático. Y al mediodía, mientras en su casa duermen la siesta, ella se entretiene en llamar a sus amigos o conocidos. Y, oculta tras el anónimo que da el teléfono, oye, entusiasmada, galanteos y piropos, más o menos insinuantes y provocativos.
Como de dejarla tener «días de recibo», sólo le permitirían que la visitasen las niñas de su edad —su verdadera edad— y ella detesta la compañía de tales chiquillas, tiene que conformarse con la diversión que le proporcionan las fiestas y bailes a que acude acompañando a su hermana y a su mamá. Y qué gusto el suyo, cuando en los salones del Yatch Club es sacada a bailar —aprovechando un descuido de la mamá— por los jóvenes «ya unos hombres, con su carrera terminada» y hasta por alguno que otro señor casado. Le gusta que los hombres la traten no como niña, sino como mujer; que le hablen de amores y amigos, de modas y novios.
Adivina la mirada avara y codiciosa preñada de pasión y de deseo, que ya en el teatro o en el baile le dirigen amigos y desconocidos; y sus mejillas se sonrosan, más que de pudor, de secreta, íntima e ignorada satisfacción, cuando siente que la desnudan unos ojos varoniles, hermosos y atrevidos.
Viste a la última moda. La melena cortada picarescamente a lo garzona. El traje, ella procura que parezca casi de señorita, cosa no muy difícil, ya que los caprichos de la moda, han borrado, acortando el largo de las sayas, lo que diferenciaba a niñas y mujeres, al extremo de que hoy sería difícil afirmar que las señoras visten de largo. "



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