Shibumi (fragmento) Trevanian
Shibumi (fragmento)

"Ya no le quedaba paciencia para soportar a aquel imbécil, que era más bien una caricatura étnica que un ser humano.
—Como recordará, el estancamiento de esa conjura malévola era la condición señalada para continuar unas relaciones amistosas con la Organización Madre en los asuntos relacionados con el suministro de petróleo. Con su sensatez, la Organización Madre decidió que fuese la CIA la que manejase el asunto, bajo su estricta supervisión personal, míster Diamond. No quiero ofender a mi valiente amigo, míster Starr, pero hay que admitir que desde que ciertos hombres entrenados por la CIA eliminaron a un presidente amigo y colaborador, nuestra confianza en esa organización ha conocido algunos límites.
El árabe inclinó la cabeza hacia su hombro, haciendo una mueca de excusa para Starr, que estaba examinando sus uñas con el mayor interés. Luego continuó:
—Nuestro órgano de espionaje proporcionó a la CIA los nombres de los dos bandidos sionistas designados para ese ataque criminal, y la fecha aproximada de su salida de Tel Aviv. A esta información, míster Starr añadió indudablemente sus propias fuentes informativas, y decidió evitar la tragedia trevanian por la técnica que ustedes llaman «una incursión inutilizante». Y decidió que los criminales fuesen ejecutados antes de cometer su crimen, un proceso judicial muy económico. Ahora ustedes me han enseñado ciertos documentos audiovisuales que demuestran que esa incursión resultó satisfactoria. Informaré a mis superiores. Ellos serán quienes se sientan satisfechos o insatisfechos; no es a mí a quien corresponde decidir.
Diamond, cuyo pensamiento había estado en otro lugar durante la mayor parte del monótono monólogo del árabe, se levantó.
—Muy bien, esto es todo, entonces. —Sin otra palabra, caminó a grandes zancadas por el pasillo, seguido inmediatamente por su primer ayudante.
Starr colocó nuevamente la pierna sobre el asiento de delante y sacó un cigarro.
—¿Quiere verlo otra vez? —le preguntó al árabe por encima del hombro.
—Me gustaría, sí.
Starr pulsó el botón de comunicación.
—¿Eh, muchacho? Veámoslo de nuevo. —Se deslizó las gafas de sol hasta su corto cabello mientras las luces se apagaban—. Allá vamos. Revisión. En tiempo exacto —terminó en tono alegre.
Mientras caminaba rápidamente por el pasillo de blancas paredes del Centro, la furia de Diamond sólo quedaba manifiesta por el fuerte repicar de sus tacones de cuero sobre el mosaico. Se había entrenado, estrictamente, para disimular sus emociones, pero la ligera tensión de su boca y su mirada medio desenfocada bastaban para que el primer ayudante se diera cuenta de que en su interior bullía la furia. "



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