Tres soldados (fragmento)John Dos Passos
Tres soldados (fragmento)

"A pesar de la oscuridad se dio cuenta del aire de seguridad con que silenciosamente se acercaba a la próxima cama con su bandeja llena de vasos. Se volvió para ver cuán cuidadosamente levantaba la cabeza de aquel otro hombre y le daba de beber.
«Es una virgen —murmuró Andrews para sí—. Sí, es una virgen», repitió, y disimuló una risita burlona, sin importarle el dolor de las piernas. Sintió como si su espíritu hubiese despertado de pronto de un largo sopor. El desaliento que le dominó durante tantos meses desaparecía. Se sintió libre. Acababa de ocurrírsele que mientras permaneciese en la cama del hospital nadie le daría órdenes, nadie le mandaría limpiar un fusil. No tendría que saludar a nadie, ni que fingir amabilidad ante el sargento. Podría permanecer todo el día tendido, ocupado en sus propios pensamientos.
Tal vez estuviese lo bastante grave para que le licenciaran. Al pensar en esto, su corazón empezó a latir locamente. Aquello significaba que John Andrews, que se había considerado perdido; que se hundió resignado, sin lucha, en el fango de la esclavitud; que no creyó tener otra salida que la muerte, viviría... Él, John Andrews, podía vivir aún.
Le parecía imposible haber llegado a perder toda esperanza, haber permitido que la disciplina arrollase así su personalidad. Se vio vivo otra vez, tal como lo estuvo antes de convertirse en un esclavo más en medio de otros muchos esclavos. Recordó el jardín en el que se había sentado a soñar durante su infancia, aquella mata de mirtos bajo la cual se tumbaba en las tardes de verano, cuando no tenía nada que hacer y contemplar los trigales que brillaban y crujían bajo el calor. Recordó el día en que le desnudaron en el centro de una habitación, para que un sargento le midiese. ¿Sería posible que todo eso hubiera ocurrido hacía solamente un año? Sí, aquel año había borrado los otros años de su vida. Ahora, sin embargo, podría vivir de nuevo. Dejaría de sentir miedo ante unos simples detalles externos. Recobraría su personalidad. Sería de nuevo valiente y arrojado.
El dolor que sentía en ambas piernas iba localizándose en las heridas. Tuvo que luchar con el sufrimiento físico para seguir pensando, pero el latido constante de las heridas parecía repercutir en su cerebro y le impedía meditar. Así, a pesar de sus heroicos esfuerzos por hacer surgir, aunque sólo fuese débilmente, los recuerdos de todo lo que en su vida fue lozano y vibrante, y por construir unos nuevos cimientos de fortaleza y valor con los que empezar de nuevo la lucha por la vida, fracasó... Es decir, siguió siendo un pobre despojo de la humanidad, un montón de carne sangrante, un esclavo casi destrozado por la rueda del martirio... Empezó a gemir.
Una fría y acerada claridad invadió la sala, venciendo al resplandor amarillento, que desapareció tras haberse hecho rojizo. Andrews se entretuvo en calcular las camas alineadas frente a la suya y en contemplar las vigas oscuras del techo. "



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