La vida antes de marzo (fragmento)Manuel Gutiérrez Aragón
La vida antes de marzo (fragmento)

"Me puse al lado de la periodista justo en el momento en que mi padre reaparecía arrastrando el cuerpo de un hombre.
Lo posó suavemente, en un claro donde daba el aire fresco y húmedo. Después aplicó la boca a la del otro y comenzó a hacerle la respiración artificial.
La periodista corrió hacia abajo para solicitar ayuda. Iba con tacones, fíjate, unas finas agujas para andar entre escorias y lodos.
Mi padre se esforzaba sobre la boca del rescatado. Dejó unos segundos de insuflarle aire para darle unos fuertes golpes en el pecho. Pero no respondía. La lluvia le lavaba el hollín de la cara para sólo dejarle la palidez de la muerte.
Padre no cejaba en intentar reanimarle, unas veces le movía los brazos, otras le soplaba en la boca, y de nuevo le flexionaba los brazos. Pero nada. Sudaba bajo la lluvia. Por fin, vio que el otro comenzaba a agitar el pecho; a las gotas de lluvia y sudor de la cara de mi padre se unieron sus lágrimas: el ser pálido retornaba del más allá, y sus mejillas tomaban color. ¡Volvía, volvía! Y mi padre lloraba de contento.
De pronto, el rescatado abrió unos grandes ojos y lució en ellos el brillo de la vida.
Aquel hombre era un «sin papeles», empleado ilegal en la conservación de las galerías. Se llamaba Ibrahim y venía de un país invadido, machacado por los conflictos, inexistente entonces como estado independiente. Pero iluminado por la fe. Por la fe musulmana. Ibrahim fue mi primer musulmán.
Apareció en la huerta, vestido con una chaqueta y un pantalón que no eran de su talla. El pantalón le llegaba por los tobillos. Y la chaqueta no podía abrochársela. Llevaba una bolsa de Carrefour. Era de tez clara, aunque el pelo era muy negro y crespo. En cualquier caso era mucho más blanco que yo. Junto a él, yo era el moro, el oscuro. Además, tenía un aire distinguido.
Preguntó por mi padre, y cuando yo le dije que era su hijo me saludó muy saludado, dándome la mano y luego llevándosela al corazón. Dijo que había venido a dar las gracias. Salió mi madre y él se quedó un poco apurado, sin darle la mano. Miraba para abajo, para el suelo. "



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