Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit (fragmento)Charles Dickens
Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit (fragmento)

"El señor Pecksniff respondió sólo con un codazo que podía interpretarse tanto un gesto indignado como de cordial asentimiento, pero que, en cualquier caso, fue una clara admonición a su futuro yerno de que guardara silencio. Luego procedió a hacer los honores de la casa con sus acostumbradas amabilidad y desenvoltura.
Pero ni siquiera el candoroso regocijo del señor Pecksniff pudo calmar a semejante grupo de personas, o reconciliar materiales tan claramente discordantes y en conflicto como los que tenía que manejar. Los indecibles celos y el odio que la declaración de esa noche habían sembrado en el seno de Charity eran difíciles de reprimir; y más de una vez asomaron con tanta intensidad que dio la impresión de que sería imposible evitar que revelase allí mismo las circunstancias que los habían inspirado. La bella Merry, por su parte, con la gloria de su victoria todavía presente, aguijoneó y avivó tanto la decepción de su hermana con sus aires caprichosos y sus miles de demostraciones del sometimiento del señor Jonas que estuvo a punto de inducirle un ataque de locura y la obligó a levantarse de la mesa en un estallido de pasión, casi tan vehemente como el que había sufrido con el primer tumulto de su cólera. La discreción impuesta a la familia por la presencia de Mary Graham (pues con ese nombre se la había presentado el señor Chuzzlewit) no mejoró las cosas, por muy plácidos y amables que fuesen sus modales. La situación en la que se encontraba el señor Pecksniff era especialmente difícil, pues tenía que mantener la paz entre sus hijas, exhibir una apariencia razonable de afecto y unidad en su casa, contener la creciente desenvoltura y alegría de Jonas, que se expresaba en forma de diversas insolencias contra el señor Pinch y una indefinible grosería con Mary (que eran los dos únicos empleados), por no hablar de que constantemente tenía que apaciguar a su pariente rico y suavizar o explicar algunas de las diez mil malas impresiones o combinaciones de malas impresiones que los rodearon esa desdichada velada, y tenía que hacer todo eso, y sería difícil resumir cuántas cosas más, sin la menor ayuda ni el apoyo de nadie; así que es fácil imaginar que el regocijo del señor Pecksniff se vio mezclado con más elementos de los que normalmente se mezclan con los placeres humanos. Es posible que nunca en su vida sintiese tanto alivio como cuando el viejo Martin miró su reloj y anunció que era hora de marcharse. "



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