El río que nos separa (fragmento)Ngugi wa Thiong'o
El río que nos separa (fragmento)

"La muerte de su padre lo había anulado casi por completo. No sabría decir por qué, pero la muerte de Chege, aunque en modo alguno inesperada, lo dejó en estado de shock. No le parecía justo que Chege hubiese muerto precisamente en ese momento. Tendría que haber vivido más tiempo. Y Waiyaki había salido adelante como un hombre drogado, sin saber qué pensar ni qué hacer. De pronto se había convertido en un hombre adulto. Ahora estaba solo. Ese era su estado de ánimo cuando se le ocurrió la idea de las escuelas. Pero ¿qué podía hacer él, tan joven como era? Y lo sucedido implicaba que ya no regresaría jamás a Siriana. Había llegado el momento de trabajar y servir al pueblo.
La implantación de una educación autofinanciada se convirtió en una suerte de misión para Waiyaki. Era una visión que seguía con esperanza y pasión. Viajó de cordillera en cordillera, a lo largo y ancho de todo el territorio de los leones durmientes. Encontró un pueblo dispuesto. Sí, las cordilleras empezaban a despertar de su letargo. Los árboles, los pájaros y los senderos que recorría, todos le reconocieron, reconocieron a un hombre predestinado a servir a su tierra.
Pero no era este el único lugar donde sucedía algo así. Este nuevo espíritu surgió simultáneamente por todo el país kikuyu, desde Kerinyaga hasta Kabete.
Las escuelas brotaban como setas. A menudo eran escuelas compuestas por poco más que un cobertizo al que se había proveído, deprisa y corriendo, de una techumbre de paja. Pero allí estaban, símbolos todas ellas de la sed del pueblo por conocer la secreta magia y el poder del hombre blanco. Muy pocos deseaban vivir según las costumbres del hombre blanco, pero todos deseaban aquella cosa, aquella magia. Esta labor de construir juntos era un tributo a la costumbre de cooperar entre la tribu. Era producto de su determinación de tener algo propio espoleado por su propia imaginación.
Pero era mucho más que eso. La circuncisión era un rito importante para la tribu. Mantenía a la gente hermanada, unía a la tribu. Ocupaba el núcleo de la estructura social y era algo que daba sentido a la vida de un hombre. Eliminada la costumbre, la base espiritual de la cohesión e integración de la tribu desaparecería. El clamor se había elevado. Gikuyu Karinga. Mantengamos pura la tribu. Tutikwenda Irigu. Era un clamor que brotaba del alma, un deseo del alma.
Las escuelas no tardaron en inundarse de niños hambrientos de aquella cosa. Las aulas estaban abarrotadas de niños, mientras que sus profesores, todos aquellos que se pudieron sacar de Siriana, se sentaban delante con todos aquellos ojillos expectantes mirándolos, deseosos de embeberse de aquella sabiduría. Y las madres y los padres aguardaban con la esperanza de que sus hijos regresaran a casa desbordantes de conocimientos y sabiduría. Los padres se sentían orgullosos, muy orgullosos, cuando un hijo llegaba por la tarde con el rostro anegado en lágrimas. "



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