El festín de Pierre Ebuka (fragmento), de La próxima lunaManuel Vázquez Montalbán
El festín de Pierre Ebuka (fragmento), de La próxima luna

"La obsesión de Ebuka por la proteína europea se plasma en la simple enumeración de sus menús:
Entrantes:
Tripas de español y española (a partes iguales) al estilo del mondongo del barrio de Triana.
Riñones de ciudadano británico, a ser posible esposo consorte de especialista en urología.
Una pequeña ración de gense hutsepot, cazuela flamenca hecha con distintas carnes, con la excepción de carne de valón, regadas con jeneber frío.
Platos de fondo (optativos o no):
Solomillo de aduanero francés al foc-demi-cru de abadesa del Perigord.
Brochette de azafata griega aromatizada con salvia de la isla de Skorpios.
Salchichas blancas de carne molida de agente de cambio y bolsa de Munich con patatas criadas en las próximidades de cementerios de minorías étnicas.
Frikadeller, albóndigas compuestas de mezcla de ciudadanos daneses y noruegos (60% y 40%, respectivamente), fritas en mantequilla elaborada con leche de danesa o noruega, sin preferencias explícitas.
Irish stew de pescuezo de irlandés, con guarnición de cebada y hortalizas (aunque es casi seguro que esta guarnición fue incorporada por ingleses metropolitanos ricos, en un momento histórico difícil de determinar).
Hígado de portugués adobado con vino, vinagre, especias, cocido con tocino ahumado obtenido de la panceta de un portugués emigrante.
En cuanto al postre, impresionó mucho a la audiencia la morosa explicación de cómo había cocinado Ebuka el lattaiolo con leche de madres jóvenes florentinas, cáscara de limón, dos huevos enteros (de gallina, naturalmente), vainilla, yemas de media docena de huevos, dos cucharadas de harina, nuez moscada rallada, canela molida y azúcar lustrado, apenas cien gramos porque este plato puede ser peligroso para los diabéticos. No sólo los italianos presentes entre el público, lógica y directamente emocionados, sino también los españoles, aunque el horror en este caso fue totalmente comunitario, reaccionaron visceralmente ante lo que consideraban una agresión a la más profunda memoria de sus madres. Si el hombre, y algunas mujeres, al decir de Saint Exupery, pertenece "al país de su infancia", su paladar-patria se origina en el sabor de la lecha materna o en su defecto de cualquier sucedáneo Nestlé que se le aproxime. Pero no, Ebuka no había condimentado el lattaiolo a partir de cualquier leche concentrada, sino que había ordeñado, Dios sabe por qué procedimientos, a jóvenes madres florentinas que vagaban por Estrasburgo en busca de sus renombradas charcuterías y, sin que se conozcan ulteriores utilizaciones de las donantes, había hecho un uso sacrílego de aquella leche. "



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