Vida de este chico (fragmento)Tobias Wolff
Vida de este chico (fragmento)

"Jugué mi primer partido con zapatos de calle contra Van Horn. Bobby y Norma me dejaron delante del colegio y se marcharon. Habían estado taciturnos y malhumorados el uno con el otro por el camino. Se graduarían al cabo de unos meses, y sus planes no concordaban.
Supe que tenía problemas en cuanto empezamos los ejercicios de enceste. Los zapatos eran pesados y cuadrados, elegidos por Dwight para ir con la ropa de la escuela y con el uniforme de explorador. Hacían mucho ruido cuando corría y las suelas nuevas resbalaban como patines sobre el suelo profundamente barnizado. Me caí dos veces antes de que empezara el partido. Cuando comenzó, los chicos de la otra escuela ya estaban abucheándome. No deseaba jugar, pero esa noche sólo nos habíamos presentado cinco, así que no tenía más remedio. Mis zapatos sonaban estruendosamente mientras yo corría ciegamente de acá para allá por la pista. A veces la pelota venía hacia mí. La regateé una o dos veces y se la tiré a alguien de rojo. Saltaba cuando veía que todos lo hacían. Iba y venía. Me caía cada vez que trataba de parar demasiado rápido.
En medio del griterío oía una voz en particular, la de una mujer, que chillaba muy por encima del resto. Era como la voz loca de las bandas sonoras de risas. Una vez que la distinguí ya no pude dejar de escucharla. Me perturbaba y me volvía aún más torpe. Cada vez que yo resbalaba o me caía ella se reía más alto y más fuerte, y luego llegó un momento en que no paraba entre caídas sino que seguía chillando con una voz quebrada y jadeante en la que no había ni rastro de risa. Yo no era el único que lo notó. El gimnasio se fue quedando en silencio. Finalmente la suya era la única voz que se oía. Ella no paró. Nuestro entrenador señaló el descanso y nos fuimos a los laterales a secarnos con toallas y a apagar nuestra sed. La gente se volvía en sus asientos para mirarla. Estaba de pie en la última fila de las gradas; era una mujer a quien yo no había visto nunca, enorme, de hombros anchos, con rulos y pantalones de torero. Tenía las manos sobre la cara. Sus hombros estaban agitados por sacudidas mientras unos sonidos como ladridos ahogados salían de su boca. Un hombre pequeño con las mejillas escarlata y los ojos bajos la conducía cogiéndola del codo. Pasaron a lo largo de su fila, descendieron los escalones y cruzaron la pista del gimnasio en dirección a la salida, mientras la mujer ladraba convulsivamente por entre sus dedos. "



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