Los recuerdos (fragmento)David Foenkinos
Los recuerdos (fragmento)

"¿Me interesaba? ¿Era ésa su pregunta? Pero ¿y yo qué sabía? Los últimos acontecimientos casi me habían hecho olvidar que tenía una vida que vivir. Ya no sabía verdaderamente nada sobre nada. Traté de retomar el hilo de los acontecimientos. Había buscado un empleo en un hotel para trabajar de noche, para vivir el cliché del joven que escribe. El resultado no había sido muy glorioso, no tenía material ni para escribir un relato. Pero bueno, sentía que poco a poco las ideas iban acudiendo a mi mente, era como un nacimiento anunciado. Los hoteles me habían atraído por esa razón literaria, desde luego no para hacer carrera en el ámbito de la hostelería. Por otro lado, era una oportunidad fantástica. No era muy probable que consiguiera ganarme la vida algún día con los libros, así que, ¿qué debía hacer? Nada. No debía hacer nada. Le dije que no podía darle una respuesta todavía. Y él me contestó que no había prisa, que no era más que una idea que se le había ocurrido, y que me lo pensara. Con él todo era tan sencillo...
Y entonces se puso a hablarme de su mujer. Era su segunda mujer. La primera se había marchado a Australia con sus dos hijos: «Hay mujeres que abandonan a sus maridos, sí, pero a mí cuando me abandonan, ¡es para irse a la otra punta del mundo!», dijo riéndose. Sin embargo, tuvo que haber sido horrible. No el separarse de su mujer, ya que su matrimonio no funcionaba, sino de sus hijos. Al oírle hablar de ellos, y sobre todo de su hijo, que tenía más o menos mi edad, entendía mejor la relación paternal que había desarrollado conmigo. Bueno, era la manera algo simplista en que yo analizaba su bondad espontánea. «La modernidad es algo increíble. Hablamos por Skype. Oigo sus voces, los veo. Tanto es así que ya no sé bien cuánto hace que no los veo de verdad...» Me asaltó con detalles sobre sus vidas; al principio no entendía bien por qué había querido exponerme así su biografía. Era su manera de llenar el vacío, de no dejarme solo rumiando mis angustias. Si yo no quería hablar de mí, muy bien, hablaría él de sí mismo. Siguió charlando, y de ahí pasó a la aparición de su segunda mujer. Me explicó que le había dejado perplejo la repetición del mismo esquema amoroso con ella; había sido, hijos aparte, exactamente como con su primera mujer. Estaban pasando por una profunda crisis (ese día me habría extrañado que alguien estuviera bien en todo el mundo), pero creía haberla superado. Últimamente había comprendido muchas cosas; había entendido que, bajo su aire bonachón, se escondía un hombre solitario, por no decir egoísta. Era incapaz de dar lo que se esperaba de él. Había ido a ver a un psicólogo, y éste le había preguntado: «Según usted, ¿por qué ha invertido en hoteles? ¿Cree que pueda haber una razón inconsciente detrás de esa elección?» Le había dado muchas vueltas a esa pregunta. Había reconocido que la huida había sido el motor de su vida. Hacía poco tiempo que tenía la sensación de no querer huir ya más. "



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