La vida cuando era nuestra (fragmento)Marian Izaguirre
La vida cuando era nuestra (fragmento)

"Son las doce y media. Si se da prisa, quizá coja a su madre a la salida de misa. No sabe dónde ha podido ir Matías, ni cuándo piensa volver. Pero le da exactamente igual. Ella se va a comer a casa de sus padres y si viene, él verá, que se caliente la sopa que deja en el fogón.
Ha cogido el metro hasta Argüelles. Recuerda el tiempo en el que vivía en este barrio. Era la hija de un médico. Estudiaba en París. Podía vivir despreocupada, ajena al precio del café o al de la carne. ¿Se está volviendo miserable? ¿Por qué últimamente solo piensa en el dinero? Empieza a preocuparle este asunto; al principio le parecía normal, se concedía a sí misma el derecho de lamentarse porque siempre se lleva mal la pérdida del bienestar económico, y a nadie le gusta venir a menos, pero luego miraba al frente, y ahí estaba Matías, que había perdido mucho más que ella: una editorial de renombre, una posición en la vida intelectual del Madrid de los años treinta, una cómoda casa en un buen barrio... Y luego todo se vino abajo. Se derrumbó. Estuvo a punto de perder la vida y quizá por eso a él no le importe haber perdido todo lo demás. Se conforma con estar vivo.
Ha llegado a tiempo. Todavía no han salido de misa de doce. No recuerda de qué orden son los curas de este convento... ¿Agustinos? Posiblemente. Recuerda, en cambio, que hizo aquí la comunión. Fue un día horrible. Su padre y su madre ya estaban discutiendo a primera hora de la mañana, y cuando se despertó se oían los reproches mascullados con voz hiriente en la cocina. Su padre gritó un par de veces. Luego todos llegaron a la iglesia en medio de una tensión espantosa; su madre le colocó el velo de mala manera, sin pensar en lo que hacía, y ella, esa niña pequeña con una corona de capullos de organdí tapando el miedo, intentó hacerlo todo muy bien para que nadie se enfadara aún más... Tenía muchas ganas de llorar, iba aguantando las lágrimas porque aquel debía ser el día más feliz de su vida... Y solo podía sentir un miedo inconcreto, tan cercano que parecía que viniera de dentro, no de fuera, que surgiera de su propio cuerpo, como la saliva, o la sangre. Ahora lo piensa. "



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