La voluntad y la fortuna (fragmento)Carlos Fuentes
La voluntad y la fortuna (fragmento)

"Jericó vivía en el piso más alto de un edificio descascarado de la calle de Praga. El oleaje verde del Paseo de la Reforma se escuchaba en perpetuo conflicto con el tránsito gris de la Avenida Chapultepec. De todos modos, vivir en el séptimo piso de una casa de apartamentos sin elevadores tenía algo que nos aislaba de la ciudad y como en los demás pisos no había más que oficinas, a partir de las siete de la tarde el edificio era nuestro, como para compensar la estrechez de una sala de estar integrada con cocina —estufa, refrigerador, despensa—, separada sólo por el alto estrado que nos servía de mesa, integrada a su vez por dos altos taburetes parecidos a los potros donde eran colocados, para escarnio del pueblo, los herejes, y para burla de los amos, los castigados.
¿Qué más? Dos recámaras —una más pequeña que la otra— y una sala de baño. Jericó me cedió el cuarto principal. Me negué a desplazarlo. Me propuso alternar la cama cada siete días. Acepté, sin entender el razonamiento detrás de la oferta.
Compartimos también el clóset, aunque yo traía de Berlín a Praga (de Doblin a Kafka, como quien dice) más ropa que la muy escasa de mi amigo.
Y compartimos a las mujeres. Más bien dicho, a una sola mujer en una sola casa en la calle de Durango, el burdel de La Hetara, nombre de prosapia hereditaria, según me relató mi amigo, pues en la aurora del tiempo mexicano dos mujeres se disputaban el madrotaje de la ciudad: La Bandida, célebre proxeneta consagrada en bolero y corrido y, mucho más discreta, La Hetara, a cuyos lares me condujo una noche Jericó. "



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