La selva (fragmento)Louis Bromfield
La selva (fragmento)

"Mientras Jasper la conducía al lado opuesto del corral, apareció Red con el semental grande. Casi al mismo tiempo llegamos nosotros a la valla, y Wayne se paró allí, apoyado sobre el último travesaño con el pie en el de más abajo. Mi abuelo no aprobaba que yo presenciase aquel espectáculo, aunque nunca me lo había prohibido; pero, en realidad a fines de verano era una operación tan corriente, con las yeguas que traían de otras fincas muy lejanas, que todo aquello no tenía para mí el menor interés, como tampoco para la mayoría de los habitantes de la finca. Hasta el año anterior, en que había empezado a ser mayor aquel asunto no tuvo para mí ningún interés particular. A mí solo no se me hubiera ocurrido abandonar la emoción del tiro al blanco en el huerto para presenciar lo que no representaba más que una función rutinaria. Pero no había tenido otra alternativa, y me percaté de la existencia de otro elemento; no sabía lo que era ni cómo había surgido, sólo sabía que estaba asociado a Wayne. Era algo que yo había sorprendido en él y en su impaciencia por abandonar el huerto y apresurarse al corral.
Al ver a la joven yegua, el semental, experimentado en aquellos lances, se encabritó violentamente, chillando y relinchando. Red tenía arrollado en el hombro un largo cabestro, sujeto al bridón del bocado del enorme animal. Hasta haber entrado bien en el corral dio la impresión de que el caballo, en su furia, iba a levantar al pequeño entrenador patituerto por el aire, lanzándolo contra el suelo. Pero Red conocía el oficio y dominaba al caballo, hasta que, una vez en el centro del corral, le permitió una libertad parcial, pero sin llegar a soltar el largo cabestro.
El animal, relinchando impetuosamente todavía, corrió hacia la yegua en el preciso momento en que Jasper, de un salto, se quitaba de en medio. La yegua chilló y coceó, y entre los dos dio comienzo lo que a un profano le hubiera parecido una lucha feroz y maligna. El semental se aproximaba a ella por el costado, golpeándole el pescuezo con los dientes una y otra vez, mientras la hermosa yegua giraba y daba coces.
Apoyado sobre la cerca, muy por encima de mí, Wayne observaba acalorado, haciéndoles a Red y a Jasper de cuando en cuando una observación lasciva. De pronto cambió el comportamiento de la yegua, trocándose de desafío en coquetería. Ya no chillaba ni coceaba, y hasta se aproximaba al semental. Entonces, en el momento que Red por experiencia conocía, le dio una voz a Jasper, y el negro se acercó a ella y la sujetó por la cabeza. El caballo montó rápidamente, con una intensidad terrible y furiosa de apremio. Sólo duró un instante, pero en aquel momento pude apreciar algo parecido a la furiosa pasión de las voces que había oído en la cueva, y en el mismo instante me estremecí con un relámpago de comprensión y de vergüenza, percatándome de que algo decisivo y arrollador había ocurrido allá en mis adentros, y que me sentía mayor. "



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