Lo que no está escrito (fragmento)Rafael Reig
Lo que no está escrito (fragmento)

"Las discusiones sin fin eran la verdadera especialidad del barrio. ¿Qué corre más, la pantera o el guepardo? ¿Cuál es el cáncer más galopante, el de páncreas o el tumor cerebral? ¿Qué es mejor para un náufrago, beber agua salada o su propia orina? Cualquier cosa les valía, así echaban la tarde y, si había suerte, acababan a puñetazos. ¡La pantera, imbécil! ¡El de páncreas, te lo digo yo! ¡El pis, idiota, que tiene minerales! Se atizaban con una rabia tan pura que no podía ser suya, tenía que haber salido de las tumbas, como esa neblina, y ellos no podían aplacarla. Ni con las discusiones ni siquiera a tortazo limpio. Más tarde recurrieron a los botellines, los porros y los cubatas, pero tampoco. Vinieron los chinos, las pirulas y el caballo, y nada, lo mismo. Luego fueron las pistolas, las navajas y los planes perfectos para atracar un banco, y peor todavía. Todo daba lo mismo. Del barrio no se salía, sólo se cruzaba al otro lado de la tapia de ladrillos rojizos. Era como si ya lo tuvieran dentro del cuerpo, respirado con aquella neblina polvorienta, en los pulmones, dando vueltas a oscuras en las venas.
Tú ibas con los Abriles, dijo Riquelme. No era del todo una pregunta, los dos sabían la respuesta. Era como volver a sacar viejas fotos de una caja de zapatos y mirarlas de nuevo, como si esta vez fueran a provocar una emoción desconocida hasta entonces. A ver, explicó Almond, qué iba a hacer. A Toni Riquelme, cuando murieron sus padres, le recogió el Letrado, don Sebastián Cárdenas, un viejo conocido de su padre. No era abogado, ni siquiera tenía estudios y decían que su dinero venía del tráfico de drogas, pero le llamaban Letrado por su afición a los crucigramas, algo que en La Elipa se consideraba propio de intelectuales. Tú conociste un día al Escalero, ¿verdad?, preguntó Almond y esperó la respuesta que ya conocía: le vi una vez, no sabía quién era hasta que se hizo tan famoso, me ofreció vino de un cartón y de recuerdo me dejó esta cicatriz. Se quedaron los dos en silencio, con una sonrisa triste, como si recordaran algo dulce, pero con tanto detalle y tan despacio que acaba cambiando de sabor y se vuelve amargo. "



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