Lila, Lila (fragmento)Martin Suter
Lila, Lila (fragmento)

"Estaban sentados en el Tercer Sótano, el bar preferido por los autores de la señora Bügler, tomando unas copas de vino y unas tapas. La señora Bügler había encargado tapas para seis «porque alcanzan para diez». Resultó que las tales tapas no eran más que unas lonchas de embutido y algún que otro trozo de pescado ahumado. Lo justo para seis personas, consideró David, que no había comido al mediodía.
El público que había asistido a la lectura de David estaba reunido casi al completo en aquella cueva que olía a tabaco, en torno a una mesa larga. Sólo faltaban las dos señoras mayores de la primera fila. Eran dos hermanas solteras, le explicó la señora Bügler, que no se perdían ni una lectura. Al comienzo del acto habían provocado la risa de los demás, cuando la más sorda de las dos le gritó a la otra: «¡No oigo nada!», y la hermana le contestó, también a gritos: «¡Es que no dice nada!»
Este diálogo le había soltado la lengua a David, que acabó leyendo de una manera bastante pasable, según le pareció a él mismo. En cualquier caso, no tropezó con las palabras fatídicas, como cofia de encaje, blonda de adorno y encuentro.
La señora Bügler le confesó a David que eso de ser incapaz de articular una sílaba le pasaba con frecuencia en las presentaciones. Ella organizaba sesiones de lectura desde hacía más de quince años, pero los nervios le jugaban pasadas cada vez peores.
David hubiera preferido que ella no le hablara de eso. También estuvo deseando otras cosas, por ejemplo que la esposa intelectual dejara de una vez de explicarle la trama de Lila, Lila. O que alguien advirtiera a la señora Kolb que tenía un trozo de huevo en la comisura del labio. O que la joven gordita que estaba sin pareja dejara de una vez de mirarle fijamente, como si fuese un bicho raro. "



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