Andanzas y malandanzas (fragmento)Alberto Rivas Bonilla
Andanzas y malandanzas (fragmento)

"A primera vista, no parecía un burro sospechoso. Era un burro como cualquier otro, calmoso, fatigado, cubierto de sudor. Iba ensillado con aparejo, a ambos lados del cual pendían dos enormes zurrones calvos a trechos. Si no hubiera sido más que eso, un momento después el animal habría continuado sin estropicio su camino, guiado por su dueño.
La desgracia consistió en que aquel pollino, tan inofensivo en apariencia, estuviera cometiendo el despropósito de llevar un chucho sujeto por medio de unas cuerdas sobre el aparejo, en el espacio que dejaban libre los zurrones. Era un flaco y miserable chucho, entre gris y amarillo, que no daba muestras de estar muy a sus anchas, y que por añadidura le estaba enseñando los dientes a Nerón, como si éste fuera el culpable de que se estuviera viendo en tal guisa.
Pese a tan poca amistosa demostración del cautivo, no era héroe quien pudiera consentir sin protestas en semejante atropello. Y sin decir agua va, se abalanzó sobre el malvado burro con la sana intención de arrancarle media quijada de un mordisco. Sólo que el directamente interesado no estuvo anuente, y se paró en dos patas para impedirlo.
El chucho del aparejo, creyendo que la cosa iba con él, hizo en su defensa personal lo único que estaba en sus posibilidades: orinarse en su cabalgadura y ladrar como un energúmeno.
Las embestidas del de abajo y los ladridos del de arriba espantaron al burro, que era muy burro, y puso pies en polvorosa.
Entonces los zurrones, que iban vacíos, empezaron a golpearle los flancos, armando un estruendo de todos los diablos. Con la mitad habría tenido el muy zoquete para volverse loco, y como un loco tiraba coces al aire, sin interrumpir por eso la fuga.
Por supuesto que Nerón iba detrás, sintiéndose con ánimos de llegar al fin del mundo, si preciso fuera, en seguimiento del malandrín; pero no hubo necesidad de tanto, porque uno de los zurrones, al pasar cerca de un poste, se trabó en él. Las ligaduras que lo mantenían, lo mismo que la cincha, que no debían estar muy nuevas, se rompieron. Y los zurrones, el chucho y el aparejo, rodaron sucesivamente cada uno por su lado, quedando por consiguiente el asno en pelota, lo cual no fue óbice para que continuara su desenfrenada carrera, perdiéndose, a poco, entre una nube de polvo.
Llegado que hubo Nerón al teatro del desastre, no encontró más que el aparejo y los zurrones. El chucho había desaparecido como por encanto. "



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