Testamento (fragmento)Josep Maria Benet i Jornet
Testamento (fragmento)

"MUCHACHO.—(Incómodo.) ¿Cómo se encuentra?
PROFESOR.—Tutéame.
MUCHACHO.—No puedo quedarme mucho rato. He de atender un cliente.
PROFESOR.—Muy amable por haber aceptado venir, a pesar de todo.
MUCHACHO.—¿Se cachondea de mí?
PROFESOR.—No.
MUCHACHO.—No quiero que me perdone. No lo espero ni lo deseo. Pero lamento que se me subiera la sangre a la cabeza y lamento haberle hecho daño.
PROFESOR.—Tutéame, si es posible.
MUCHACHO.—Lamento haberte hostiado y lamento haberme cargado el ordenador.
PROFESOR.—No te he llamado para que te disculpes. Olvídalo. No te ha gustado que te dijera que me apreciabas. Y, sin embargo, me aprecias un poco. Tú, el hombre que no cree en nada y mucho menos en el afecto.
MUCHACHO.—(Después de una pausa.) A lo mejor sí. A lo mejor siento por ti cierto… ¿Cómo te encuentras? Debería venir un médico.
PROFESOR.—No será tu paliza lo que me mate.
MUCHACHO.—Estás enfermo, ¿verdad?
PROFESOR.—¿Enfermo? (Pausa.) Ah, mi amigo ha entrado en acción. El padre de la muchacha que te tirabas.
MUCHACHO.—Sí, ha entrado en acción.
PROFESOR.—Te hará la vida imposible. No podré evitarlo.
MUCHACHO.—No importa.
PROFESOR.—Sí, estoy enfermo. Y tengo un regalo para ti. Espera, nada de dinero, ninguna ayuda económica… Olvidémoslo. Me he pasado, al proponértelo. Veamos. Procuraré ser claro y rápido, si tienes que irte. La cuestión es que estoy enfermo y no tendré tiempo, quizá, de volver a escribir el ensayo.
MUCHACHO.—No sé qué decir. Lo he destruido.
PROFESOR.—No te hagas ilusiones. No ha ocurrido nada irreparable. De momento no. Has roto el disquete que te di y has destrozado el ordenador que guarda la memoria del libro, pero… Quedaba aún otro disquete. (Lo enseña.) Este disquete.
MUCHACHO.—Ah. Lo celebro. He pecado de ingenuo al imaginar que podía destruir tu obra. Por suerte.
PROFESOR.—Oh, todavía puedes. Ahora sí. Sólo queda este disquete. No hay más copias. Y aquí llega mi propuesta. Sospecho que ya no volveré a verte. Aunque intente convencerlo de lo contrario, mi amigo no dejará que vuelvas a la facultad.
MUCHACHO.—Lo sé.
PROFESOR.—Las clases se han acabado. El seminario de literatura medieval se ha acabado. Te echaré de menos.
MUCHACHO.—También echaré de menos sus clases.
PROFESOR.—Y fuera de la facultad tampoco volveremos a vernos. No hay ningún motivo. Ramon Llull se ha acabado. El amigo y el amado se han acabado.
MUCHACHO.—Bueno, qué se le va a hacer.
PROFESOR.—Por cierto… Aun a riesgo de repetirme, por ser la última vez, me atrevo a sugerirte que algún día tengas un hijo. No me harás caso, pero ahí queda. Y después…, vayamos al grano. Quiero hacerte una especie de regalo. Y tendrás que aceptarlo. Para eso te he hecho venir, en realidad. El disquete. Te lo regalo. Bonito regalo, ya lo sé. Haz con él lo que quieras.
MUCHACHO.—No. No lo acepto. No.
PROFESOR.—Tómalo.
MUCHACHO.—¡No! ¿Qué voy a hacer con él? ¡No!
PROFESOR.—Es para ti.
MUCHACHO.—Es para tu amigo, o para quien sea. ¡Para alguien que edite el libro y todas esas monsergas! ¡A mí no me sirve de nada, no me interesa, no quiero esa responsabilidad!
PROFESOR.—Mi deseo es que te lo quedes tú. Ni mi amigo ni ningún editor. Tú. Y que hagas con él lo que quieras.
MUCHACHO.—¡Ni hablar! ¿Cómo se te ocurre?
PROFESOR.—Es tuyo. Mis elucubraciones, las más entrañables, las que no te gustan a ti ni gustan a mi amigo porque hablan de salvación, todas esas ridiculeces las quiero en tus manos. Te las entrego.
MUCHACHO.—¿Por qué lo haces? ¿Por qué? ¿Por qué me quieres? ¿Tanto me quieres?
PROFESOR.—Me hago la ilusión de que eres mi hijo. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com