La Alpujarra (fragmento)Pedro Antonio de Alarcón
La Alpujarra (fragmento)

"Media hora después, parte de los expedicionarios subíamos penosísimamente por unas quebradas peñas en demanda de la Cueva de los Murciélagos, mientras que algunos de nuestros compañeros, que por lo visto ya conocían los breñales en que íbamos a engolfarnos, seguían por la rambla arriba, tan campantes y satisfechos como si no hubiese tal cueva en el mundo, y gritándonos desde lejos que nos esperaban «a la salida de las Angosturas».
Dominamos al fin, subiendo por el pedregoso lecho de un torrente, la empinada montaña que nos habíamos empeñado en asaltar, y dimos vista a las Majadas de los Campos, cerca de las cuales se halla la entrada de la famosa Cueva, en el último tercio de la pared de un escarpadísimo monte que forma con otros fronterizos un espantoso despeñadero, o más bien un verdadero tajo.
Se baja desde la cima de la cordillera a aquella especie de alta ventana abierta sobre el abismo, por una angosta vereda de cornisa, cuya posición colgada e inclinación sobre el derrumbadero produce vértigo y espanto.- Los que no hayáis andado, cuando niños, por las estrechas repisas exteriores de un campanario, saliéndoos al electo por debajo de una campana, y dado así la vuelta a los cuatro lados de la torre, entre sus repelentes muros y la aterradora soledad del aire, no podéis formaros idea de lo que es bajar (a pie, por supuesto) por donde nosotros bajamos aquel día.
Y todo ello ¿para qué? -¡Para nada! Para ver más de cerca la tenebrosa boca de la gruta, y para percibir el fortísimo olor a nitro que salía de aquella cavidad, tan negra y pavorosa como el infierno. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com