Magnitud imaginaria (fragmento)Stanislaw Lem
Magnitud imaginaria (fragmento)

"Reginald Gulliver, aun admitiendo con toda liberalidad que los fenómenos descritos podían explicarse de varias maneras, propone la hipótesis siguiente: En el emplazamiento de su residencia actual debe construirse, dentro de cincuenta años, la biblioteca municipal. El código de las bacterias procede a la manera de un dispositivo que se introduce a ciegas en las estanterías y saca unos libros al azar. Por cierto, ni los libros ni la biblioteca existen todavía, pero Reginald Gulliver, deseoso de afianzar los presagios bacterianos, había hecho ya su testamento, en el que donaba su casa al consejo municipal, con la condición expresa de convertirla en biblioteca pública. No se debe pensar que haya actuado bajo la instigación de sus microbios, sino que, más bien al revés, ellos han previsto el texto del testamento antes aún de que éste hubiera sido escrito. ¿De dónde sacaron los microbios sus noticias sobre los inexistentes libros de una biblioteca de momento inexistente? He aquí un punto un poco más difícil de aclarar. Nos guía hacia un rastro idóneo el hecho de que la futurología de los microbios se limita siempre a fragmentos idénticos de las obras: sus prólogos. Parece, pues, que un factor desconocido (¿radiaciones?) se infiltraba en unos libros cerrados «radiografiándolos» —si así puede decirse— y en tal caso, evidentemente, lo más fácil de sondear era el contenido de primeras páginas, ya que las ulteriores están eficazmente protegidas por el grosor de las precedentes.
Estas explicaciones distan mucho de ser claras. Por otra parte, Gulliver reconoce que entre la rotura de un estuco del techo, que ha de producirse al día siguiente, y la lectura de frases en libros que se publicarán dentro de cincuenta u ochenta años, existe una diferencia no del todo despreciable. Pero nuestro autor, realista hasta la médula, no se arroga el derecho de exclusividad en la interpretación de las bases de su Erúntica. Bien al contrario, en las últimas palabras de su libro anima a los lectores a continuar las investigaciones por su cuenta.
El libro de Reginald Gulliver anula no solamente la bacteriología, sino la totalidad de nuestros conocimientos sobre el mundo. En el presente prólogo no pretendemos enjuiciarlo ni, menos todavía, tomar posición ante los resultados de las profecías bacterianas. Por más dudosa que fuera la Erúntica, hay que reconocer que entre los videntes del futuro no ha habido hasta ahora enemigos tan mortales, y al mismo tiempo compañeros tan inseparables de nuestro destino, como los microbios. Tal vez sea oportuno añadir aquí que Reginald Gulliver ya no se encuentra entre nosotros. Murió unos meses después de la publicación de la «Erúntica», mientras enseñaba la escritura microbiológica a unos alumnos nuevos, los bacilos del cólera. El autor contaba con sus aptitudes, ya que, como su mismo nombre lo indica (Vibrio comma), ese microbio está emparentado con los signos de puntuación, siendo afín, por tanto, a la estilística correcta.
Abstengámonos de una sonrisa de conmiseración y pena, debida a la conclusión de que la suya fue una muerte absurda. Gracias a ella, el testamento adquirió valor legal y bajo los muros de la biblioteca ha sido colocada ya la primera piedra, la losa sepulcral de ese hombre en el que hoy en día vemos sólo un extravagante. Sin embargo, ¿Quién sabe qué nos parecerá mañana? "



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