El pasajero en Galicia (fragmento)Álvaro Cunqueiro
El pasajero en Galicia (fragmento)

"Esto me dijo un marinero cojo y fumador en pipa y amigo del ron y de las historias: tal un personaje de Stevenson. Yo le recordé haber tomado unos chatos en Málaga con los del Consuelo y María, otro velero noyés, hace ya algún tiempo, y haber visto en Gijón otro noyés, el Nuevo Manuel. Pero mi señor Enrique los conocía todos, el Olga, el Terra Nosa, el Leo, el Maniños, el Santiago Alvarez, el Adoración, el Manuelita, el Amparo, el San José, el Puente de Burgos, el María Dolores... Cada vela de Noya que llegaba a sus labios se ganaba una sonrisa: la sonrisa de un viejo marinero, compañero leal. Y en mi memoria se iba haciendo la luz, y de la sombra surgía una Noya nueva y distinta, profundamente significativa: una pequeña villa hanseática quizás, una pequeña Lubeca, y en la ensenada de Freixo todos los veleros anclados, esperando la primavera para subir al Cantábrico gris y salobre, nuncios de ella como las golondrinas viajeras. Freixo, entonces, sería como un luminoso Van Gógh, con el mismo caliente color de aquella pintura, las mismas profundas luces y la misma inquieta melancolía. Ya, para siempre, me queda Noya en el magín: Noya de los Veleros.
Pero aún recuerdo algo más de Noya: Santa María a Nova. Hablo del cementerio. Bien enterrado está en la iglesia Pedro Carneiro, veciño da Porta da Corredoira, con su sombrerete; pero a mí, por lo que tengo; incluso d’orsianamente, de amigo de la Obra Bien Hecha y compañero de hombres de oficio, me gustaría —y aquí declaro amores de la razón que he profesado siempre— en la quintana de Santa María un enterramiento, bajo una losa con los signos de los oficios: una que ya hubiera sido usada más de una vez y tuviera labrado el pico del cantero, la tijera del sastre, la barca del marinero...
Bajo esa losa, entre la tierra que vino de Jerusalén como la del Campo Santo de Pisa... ¿Pisa? ¿Y no hay en Santa María a Nova aquel templete de las alegorías: la luna y las rosas, el animal herido y el cazador, como en el Campo Santo de Pisa el Trionfo della Morte? Eso es: Noya, una Pisa atlántica, blanca, rosa, oro... Quizás en Noya aconteció lo que en Pisa: cuando la tierra santa de Jerusalén se mezcló en el Campo Santo con la arcilla común, «una flor nueva brotó, no parecida a ninguna otra flor que los hombres hubieran visto antes»: la anémona, con sus anillos de extraño y mezclado color: violados, blancos, purpurinos, verdes... O quizás toda Noya es esa flor, prendida en la cintura del Barbanza. "



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