Josep Torres Campalans (fragmento)Max Aub
Josep Torres Campalans (fragmento)

"El instinto es la madre del progreso. Si nos guiáramos exclusivamente por la razón seríamos partenogenésicos: igualitos a nuestros padres.
Esos fetiches que el hermano del señor Robert trajo de Filipinas y que tanto me llamaban la atención, en Gerona, ¿no eran hermosos? Ahora que —según dicen— «hemos» descubierto el arte negro, se me representan tan hermosos como las figuras de Ampurias que estaban en la vitrina de al lado. Y si el señor Robert, que tenía aficiones arqueológicas netamente ampurdanesas, las conservaba al lado de sus «tesoros», ¿no sería porque a él también, inconscientemente, le parecían dignas de admiración? Su hermano, el capitán, que las compró en Filipinas y las trajo, ¿lo hizo solamente como curiosidad o porque, sin saberlo, le parecieron hermosas? Un tagalo, acostumbrado a ellas, ¿cómo reaccionaría frente a una virgen popular o a una Inmaculada de Murillo? No hay canon, sino expresión natural, no del hombre sino de los hombres. El arte es enorme y está entre nosotros. Nada une tanto. (Digo: el arte; no lo que hacemos, no lo que buscamos. Otra cosa: el resultado cernido por los tiempos).
¿Por qué pinto este cuadro y no otro? ¿Por qué empeñarnos en considerar nuestra vida como algo intangible, sagrado, porque ha sido así, precisamente así, si sabemos que pudo ser de otra manera? No completamente de otra manera, pero distinto: lo mismo que si trazo la línea de la nariz de mi modelo medio centímetro más a la derecha o a la izquierda, con un azul más claro o más oscuro. ¿Por qué no dar a todo un margen de confianza? Las cosas son como son cuando han sido; no hay manera de volver atrás: por eso no hay que corregir nunca raya trazada, así hasta siempre; si no te gusta, a la basura con ella. El que rectifica, cree que rectifica, pero no es cierto: está haciendo otra cosa, nueva. Lo anterior, lo que cree que borró, sigue ahí, presente en su pasado. Todo tiene su ficha, nadie la enmienda. Añadimos, no borramos nunca. Dios es implacable, nos deja escoger en cada momento, pero una vez dicho quizá no es tal vez. Borrar quizá, escribir tal vez, no quita que antes escribí quizá. Sin remedio. Si pongo un azul y luego lo atenúo con blanco, para todos contará el resultado. No para quienes nos ven, o nos ve, siempre. En cada momento nos jugamos la vida, lo cual —por otra parte— no tiene la importancia que parecen darle las palabras, siempre melodramáticas. Es lo natural. "



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