Fenómenos (fragmento)Rufo Festo Avieno
Fenómenos (fragmento)

"Volviendo a ese sector en que la cabeza de Andrómeda aumenta de volumen por los perfumados cabellos, se encuentra enclavado, bajo dicha testa, el vientre incompleto del Caballo. La antorcha que chispea en el extremo de la cabeza de la doncella y que se eleva a los aires como una enhiesta cimera, es el mismo fulgor áureo que brilla bajo el vientre seccionado del solípedo: una luz semejante los abarca simultáneamente y una llama común tornasola continuamente a las dos constelaciones. Otras tres estrellas pintan los flancos e ijares del animal: son antorchas separadas a la misma distancia, que compiten en arder; poseen un fuego penetrante; son un globo de fuego que se abrasa en un amplio disco. Pero la cabeza no presenta la misma tintura rojiza y su propia, débil, cerviz, a pesar de alzarse del largo cuello una crin enorme, apenas puede contemplarse por su fuego marchito. La última estrella que se extiende en la barbilla no es más pequeña que las otras cuatro primeras, que delinean la figura del solípedo con su luz nítida. Este Caballo no presenta todos los miembros, no es un cuadrúpedo que se levanta en el cielo; por el contrario, se eleva sólo hasta la mitad del vientre: pues carece de los cuartos traseros y golpea los aires del espacio tan sólo con las patas delanteras. Cuentan que éste fue aquel que antaño en el Helicón aonio, tras su regreso de los afamados combates con la Quimera de Licia, en el paraje en que el peñasco mistérico Murmura ante las grutas de la sabiduría, pastó la hierba que Crecía como una cabellera y sació su hambre en aromáticos pastizales; pero como una sed desecante le abrasaba las fauces y no brotaba ningún surtidor de grieta alguna, dio un golpe con una pata y al punto el casco hizo manar el líquido que derramó a lo lejos a Hipocrene, la de las Camenas (fueron unos pastores aonios los que denominaron con este nombre tal manantial equino). Resuena éste por entre la roqueda con placentero murmullo y despeñándose del Helicón, se adentra en las praderas sedientas, mientras empapa con su caudal errante los valles ascreos. También en ella se refresca la fogosa juventud tespia y las gentes ansían las linfas de esta fuente nutricia. Por lo demás, el Caballo regresa entre las constelaciones moviéndose cíclicamente y saca la cabeza fuera de las saladas aguas del océano. No te resultará muy trabajoso contemplar al solípedo en el límpido cielo, pues brilla en la lejanía con sus astros ardientes y saca el pecho recién bañado en el ponto. "


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