Phantastes (fragmento)George MacDonald
Phantastes (fragmento)

"En un atardecer, al comienzo del verano, estaba de pie con un grupo de hombres y mujeres, sobre una empinada roca al borde del mar. Todos me hacían preguntas sobre mi mundo y sus costumbres. Me vi obligado a contarles que en la Tierra nuestros niños no nacen como allí. Sobre este punto fui asaltado con una batería de preguntas. Al principio traté de eludirlas. Pero finalmente no tuve más remedio que realizar alguna aproximación al tema, de la manera más vaga que me fue posible. Inmediatamente, una débil noción de lo que yo quería decir pareció iluminarse en la mayoría de las mujeres. Algunas de ellas se envolvieron con sus alas, como suelen hacer cuando se sienten mínimamente ofendidas, y se quedaron de pie e inmóviles. Una extendió sus plumones rosados y se lanzó desde el promontorio hasta el golfo que estaba a sus pies. En los ojos de otra de las doncellas brilló una intensa luz, se dio vuelta y se retiró lentamente con sus alas de color blanco y púrpura apenas desplegadas sobre su espalda. A la mañana siguiente fue encontrada muerta bajo un árbol seco en el desolado declive de una colina a varias millas de distancia tierra adentro. La enterraron en ese mismo lugar como es su costumbre. Ellos instintivamente, antes de morir, buscan un lugar como el del nacimiento. Habiendo encontrado uno que los satisfaga, se echan sobre el suelo, se envuelven con sus alas, si son mujeres, y, si son hombres, cruzan sus brazos sobre el pecho como cuando van a dormir. Y efectivamente se duermen. La señal de que la muerte se acerca es un deseo indescriptible de algo que no saben lo que es. Este deseo se apodera de ellos y los lleva a un lugar solitario, consumiéndolos por dentro hasta que el cuerpo cede. Cuando un joven y una joven se miran el uno al otro muy intensamente a los ojos, este deseo se posesiona de ellos, pero en lugar de aproximarse, se alejan separadamente a lugares solitarios y allí mueren, consumidos por su deseo. Me parece que después ellos nacen como infantes sobre nuestra tierra y, cuando crecen, se vuelven a encontrar si es que les va bien entre ellos. Si no, es porque les va mal. Pero de esto no sé nada. Cuando les conté que las mujeres en la Tierra no tienen alas sino brazos, quedaron sorprendidas y me dijeron que seguramente habrían de parecer muy atrevidas y masculinas. No saben que las alas, con todo lo magníficas que se presentan, son sólo brazos no desarrollados.
¡Cuán grande es el poder de este libro! Mientras narro lo que alcanzo a recordar de sus contenidos, estoy escribiendo como si yo mismo hubiera visitado ese lejano planeta, hubiera conocido sus usos y costumbres, y hubiera conversado con sus hombres y mujeres. Verdaderamente, mientras escribo, me parece haberlo hecho.
El libro continúa con la historia de una doncella que, nacida hacia el fin del otoño, y habiendo vivido un largo (para ella interminable) invierno, se dispuso finalmente a encontrar las regiones de la primavera, puesto que, al igual que en nuestro planeta, las estaciones se encuentran divididas en el globo. "



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