Los palacios distantes (fragmento)Abilio Estévez
Los palacios distantes (fragmento)

"La risa tiembla en sus manos, brilla en sus ojos, resuena en sus palabras, recalca la palidez de su piel y de sus labios, y agita, con el viento de la tarde, el escaso pelo gris. Yo no sé si el olvido tiene que ver con el clima, ¿usted qué opina?, pregunta sin que en rigor le interese la respuesta. El clima parece siempre la solución más fácil, ¡este calor húmedo, ay, que sólo permite echarse en una hamaca, bajo la mata de mango, con la susodicha penca y el vaso de limonada, este calor viscoso que nos sume en el letargo!, ¡letargo!, se diría que la palabra ha sido creada para esta calamitosa isla varada entre el golfo de México y el mar Caribe, pues bien, ¿sabía usted que la palabra «letargo», así como su parienta «letárgico», nacen de Lete, olvido, como ya dije?, en algo, amigo mío, debemos coincidir con los jefes de Estado: ¡es preciso recordar!, debió de haber sido Renán, no estoy seguro —usted sabe, el olvido semeja un virus, un maleficio de la sangre—, quien dijo que las naciones se forman con el recuerdo de sus hazañas. Se lleva una mano a los labios y estudia a Victorio con festiva atención. Tengo para mí que simplifico, si no desvirtúo, el pensamiento de Renan, supongo que él sabrá perdonarme, simplemente quiero insistir en mi idea principal: para dominar, los jefes de Estado se legitiman en héroes y heroísmos, y resaltan el lado bravo, el lado indomable, del pueblo que quieren someter, y recuerdan a cada instante proezas que hasta llegan, en muchas ocasiones, a exagerar, o digámoslo todo, a inventar, como actos heroicos que no existen, que en realidad son actos mezquinos convertidos, gracias al arte siniestro de la reescritura de la historia, en actos heroicos, porque, concedamos de una vez por todas: la historia es también literatura, por Dios, si hasta un niño se da cuenta, algo que nunca existió contado por quien nunca estuvo allí. Hace una breve pausa. Tamborilea con los dedos. Respira hondo. El olor del mar se hace más intenso con la caída de la tarde. Le viene otro acceso de tos, se lleva las manos a la boca, y saca de ella un hueso y una flor. ¡Así es!, dice el payaso categórico y en susurro, sin que Victorio sepa a qué se refiere. "


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