La casa de los náufragos (fragmento)Guillermo Rosales
La casa de los náufragos (fragmento)

"Miro a un lado y a otro. Luego señalo vagamente hacia un lugar que llaman La Pequeña Habana. Empezamos a caminar. Esta es, quizás, la zona más pobre del guetto cubano. Aquí vive gran parte de aquellos ciento cincuenta mil que llegaron a las costas de Miami en el último y espectacular éxodo de 1980. No han podido levantar cabeza aún, y puede vérseles a cualquier hora, sentados en las puertas de sus casas, vestidos con shorts, camisetas de colores y gorras de peloteros. Llevan gruesas cadenas de oro al cuello con esfinges de santos, indios y estrellas. Beben cerveza de lata. Arreglan sus autos semiderruidos y escuchan, durante horas, en sus radios portátiles, estruendosos rocks o exasperantes solos de tambores.
Caminamos. Al llegar a la calle 8, torcemos a la derecha y avanzamos hacia el corazón del guetto. Bodegas, tiendas de ropa, ópticas, barberías, restauranes, cafés, casas de empeño, mueblerías. Todo pequeño, cuadrado, simple, hecho sin artificios arquitectónicos ni grandes preocupaciones estéticas. Hecho para ganar centavos y poder vivir a duras penas esa vidita pequeño burguesa a la que el cubano promedio aspira.
Avanzamos. Avanzamos. Al llegar ante el portal de una iglesia bautista, grande y gris, nos sentamos al pie de una columna. Por la calle pasa una manifestación de ancianos en dirección al Down Town. Protestan por algo que ignoro. Elevan pancartas que dicen: «Basta ya»; y hacen tremolar banderas cubanas y americanas. Alguien viene hasta nosotros y nos da sendos papeles mecanografiados. Leo: «Ha llegado la hora. El grupo “Cubanos Vengadores” se ha formado en Miami. Desde hoy, prepárense los indiferentes, los cortos de espíritu, los comunistas solapados; esos que disfrutan la vida en esta ciudad bucólica y hedonista, mientras la Cuba infeliz gime en cadenas. “Cubanos Vengadores” enseñará a los cubanos el camino a seguir. “Cubanos Vengadores”...»
Estrujo el papel y lo boto. Me echo a reír. Me recuesto en una columna y miro a Francis. Ella se acerca más a mí, y hunde su hombro en mis costillas. Me toma un brazo y se lo pasa por encima del hombro. La aprieto un poco más y le doy un beso en la cabeza. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com