Orzowei (fragmento)Alberto Manzi
Orzowei (fragmento)

"Depositó la piel de leopardo sobre aquellas ramas y buscó alivio en la sombra. Pero la arena sobre la que se echó ardía tanto como el aire que respiraba.
Deslumbrado por la luz tan fuerte intentó dormir, pero el calor y la sed se lo impidieron.
Hacia la puesta del sol, la lucha repentina entre un serpentario y una víbora cornuda le detuvo, lleno de curiosidad.
El pájaro había caído, de improviso, frente al reptil que se arrastraba hacia un arbusto bajo.
La víbora se enderezó frente a su enemigo, hinchando el cuello. Pero el ave no se atemorizó.
Desplegando un ala, corta y llena de protuberancias óseas que hacían de ella una formidable arma ofensiva, la colocó frente a sí como escudo para sus piernas y la parte inferior de su cuerpo.
La serpiente silbó más fuerte. El pájaro siguió inmóvil.
Enhiesto sobre sus patas parecía una estatua. Sólo el penacho, encima de su cabeza, oscilaba ligeramente.
En aquel momento, con el pico curvado y fortísimo, dispuesto al ataque y la mirada fija en el reptil, era la imagen magníficamente demostrativa de la fuerza del pueblo alado.
De pronto el reptil se lanzó.
Un salto, un golpe de un ala, una sacudida.
El pájaro volvía a estar inmóvil en su sitio dispuesto a la lucha.
La serpiente silbaba con rabia.
Volvió a saltar con tanta rapidez que Isa casi no se dio cuenta.
Pero el pájaro, con la misma rapidez brincó hacia un lado, hacia el otro; saltó, volvió a permanecer inmóvil, con el penacho tieso, frente al enemigo.
Si Isa no hubiese estado siguiendo con atención sus movimientos habría asegurado que los dos animales no se habían movido de sus posturas primitivas.
El ataque se repitió dos veces más. Luego el serpentario pasó a la ofensiva.
Saltó, retrocedió, atacó. Se echó hacia un lado, hacia el otro. Saltó hacia todos lados. Sus movimientos eran tan rápidos que parecía que no tocara el suelo.
Con un ala golpeaba fuertemente, repetidamente, mientras ofrecía al diente venenoso de su adversario el extremo de su otra ala que le servía de escudo.
Así, mientras el reptil agotaba inútilmente su veneno, mordiendo las plumas insensibles, el pájaro seguía atacando.
La serpiente, aturdida, vaciló y cayó. "



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