El espejo suizo (fragmento)Meinrad Inglin
El espejo suizo (fragmento)

"En septiembre de 1912, el regio emperador del Imperio alemán llegó a Suiza, con la finalidad de ver las maniobras que realizaría el Tercer Ejército, con la sensación de lo que sería un ejercicio totalmente inocuo, como todo hacía presagiar, para una República tan humilde, que nunca había concitado su atención en sus dos décadas de Reinado.
El numeroso séquito aguardaba su llegada en un día lluvioso del otoño helvético en una vetusta casa de Zúrich, cuya historia parecía apropiada para acoger a tan alta dignidad, sita en la antigua Villa Wesendonck. Las solemnes y emocionadas rotativas de bienvenida de la prensa burguesa, la salutación oficial en la estación por parte de las más altas autoridades de la ciudad, Las personalidades honorarias, el tránsito por las atestadas calles, con las banderas ondeando al viento, y ante el júbilo y el clamor de la gente, no habría tenido parangón en cualquier otra ciudad de la propia Alemania. El espectáculo marcial había sido dispuesto al detalle. La 5ª División estaba lista para los ejercicios de rigor habiéndose desplegado con un ala del Ejército Azul desde el noroeste del lago de Zúrich, y un ala de la 6ª División se superpondría a su avance desde el Lago Constanza, habiendo ya recorrido el Ejército Rojo la distancia colindante. Únicamente el clima dejaba mucho que desear. La semblanza de la niebla acaecida tras varios días de copiosa lluvia se cernía sobre la faz de la ciudad. A todos incomodaba el temor de que, al día siguiente, el Emperador asistiera a unas maniobras que hubieran de desarrollarse sobre un terreno muy sucio y húmedo. Pero el clima se mostró dócil y por la noche mejoraron mucho las expectativas, al punto que, a la mañana siguiente, un sol espléndido lucía en todo el país. "



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