Susana y los viejos (fragmento)Marta Sanz
Susana y los viejos (fragmento)

"Los hombres de negocios —porque Felipe era arquitecto, pero al mismo tiempo y a la fuerza, era también un negociador, un empresario, un hombre que empleaba y desempleaba personas, cerraba tratos ventajosos, vendía y compraba—, los hombres de negocios levantaban las sospechas en los miembros de su familia: en el caso de Lorena, la sospecha se fundaba en el profundo conocimiento de una materia de la que aparentaba no saber, porque quería borrar esa imagen de su padre con fajos de billetes entre las manos, la ordinariez de los multimillonarios rurales a los que se les quedan pequeñas las cajas fuertes de su pueblo, los sellos de oro en los dedos de los protagonistas de las transacciones, el intercambio de fincas, de caballos, los agasajos, las batitas de andar por casa de las esposas de los multimillonarios, las bandejas de plata y las cortinas horrorosas de sus viviendas, el lujo de una cama con dosel, esa sensación incómoda de que a uno lo están engañando, cuando, al tropezar con un hombre vulgar, incluso sucio, por la calle, el hombre abre la puerta de un coche carísimo y su indumentaria se convierte en un disfraz para camuflar su condición de amo. En lo que se refería a Felipe padre, la desconfianza hacia el hombre de negocios se basaba en que no había tenido trato con ninguno y, sin embargo, había sido víctima de ellos muchas veces. Los hombres de negocios eran, para Felipe padre, la desgracia imprevisible. El temor animal hacia el trueno que puede aniquilar a las criaturas. Cuando Felipe hijo había ultimado uno de esos negocios, que están en la periferia de la ley y que, sin embargo, se han asumido como un hábito, como la prebenda merecida a un favor, como una deuda de amistad, Felipe hijo arrugaba la nariz, como si algo le oliera mal. Y sus socios, vendedores, clientes o colegas se quedaban desconcertados. Felipe era un puritano que sufría a causa de las acciones, cuanto menos ambiguas, que se veía obligado a acometer por una cuestión de procedimiento. Por culpa de los obsoletos códigos de su padre, le añadía el calificativo de «malas» a acciones o, mejor dicho, a transacciones, por las que otros individuos no perderían ni un minuto de su paz. "


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