Espacios de libertad (fragmento)Juan Pablo Fusi
Espacios de libertad (fragmento)

"En el mundo de la cultura –nada menos, según Ortega, que el sistema de ideas de un país–, el futuro, que había empezado en los años sesenta, si se recuerda la afirmación de Marías, era ahora, 1970-1975, una realidad de hecho. Lo que mostraba la pintura de Antonio López (realismo poético, melancólico), de Luis Gordillo (pintura obsesiva, caótica: formas confusas, orgánicas, como magmas de color), de Antonio Saura (expresionismo cruel, grotesco, desgarrado) y Eduardo Arroyo (neofiguración paródica y divertidamente provocadora); la música –complejidad compositiva, riqueza sonora– de Cristóbal Halffter (con obras como Líneas y puntos, Anillos, Planto por las víctimas de la violencia), o la literatura –difícil, hermética, metafórica– de Juan Benet (Volverás a Región, Una meditación, Una tumba, Un viaje en invierno), era, en efecto, una cultura en posesión –por sus lenguajes y temas, referencias estéticas y estructuras narrativas– de su plena libertad expresiva. Como ya se señaló, y ello era sumamente revelador, Juan Goytisolo mismo había iniciado una nueva etapa literaria. No le interesaba su literatura anterior, la literatura social. Señas de identidad (1966) y Don Julián (1970), las novelas fundacionales de su nueva literatura, eran ante todo, como se dijo, ejercicios –encomiables, discutibles– de experimentación lingüística y literaria, y de transgresión cultural, características ya definitorias de toda su obra posterior (Makbara, Paisajes después de la batalla, Las virtudes del pájaro solitario, Las semanas del jardín...).Con Recuento (1973), Luis Goytisolo inició la elaboración de Antagonía, una ambiciosa y compleja tetralogía novelística, escrita entre 1963 y 1980 e integrada por Recuento, Los verdes de mayo hasta el mar (1976), La cólera de Aquiles (1979) y Teoría del conocimiento (1981), en la que el proyecto era también puramente literario: novela de una novela, la literatura como realidad autónoma, como realidad inédita.
El cine producido desde 1963 por Elías Querejeta, tal vez el productor español más importante de los años sesenta y setenta, cine que combinaba con acierto calidad estética y simbolismo político, desbordaba decididamente los límites estéticos, morales e ideológicos del franquismo. La caza (1965) –dirigida por Carlos Saura, con quien Querejeta hizo un total de trece películas (Peppermint frappé, Ana y los lobos, La prima Angélica,...)–era, a través de la violencia de aquella práctica, una metáfora de la guerra civil; El espíritu de la colmena (1973), de Víctor Erice, obra de construcción minuciosa e inusitada belleza poética, era a la vez la historia de una familia desterrada en 1940 en un pueblo castellano, una reflexión sobre los mitos del cine, y la historia (también) del descubrimiento de la vida por una niña a través de esos mitos. La prima Angélica (1973), también de Carlos Saura, con guion de Rafael Azcona, una película sobre la persistencia de la memoria, exponía, al hilo de los recuerdos del protagonista, el autoritarismo político y el estrecho moralismo católico del régimen de Franco (razón por la que la película provocó intensas polémicas y violentas reacciones del público simpatizante con el régimen). "



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