La mujer del novelista (fragmento)Eloy Urroz
La mujer del novelista (fragmento)

"Conversar con Lourdes me provocó, a pesar de todo, una idea súbita cuando me dirigía a comprar un pollo, el cual finalmente no encontré pues la charcutería estaba, para no perder la costumbre, cerrada. Mi receta con relleno de manzanas, ciruelas y almendras tendrá que posponerse para otra ocasión. Natalia y Abraham saltarán de alegría cuando les anuncie que en lugar del pollo prometido, iremos a cenar a un restaurante marroquí que los Miller nos han recomendado.
¿No será todo, me dije yendo por la acera y esquivando mierdas, un asunto de pura percepción? La idea se grababa con fuerza… ¿Quién dicen que soy, a diferencia de lo que yo mismo opino? Si ambas cosas no encajasen por algún error de cálculo podría fácilmente derrumbarme en la autodestrucción, y si esto pasa a veces es porque percibimos algo distinto de lo que los demás perciben en uno.
Hay grandes escritores que no se enteran de quiénes son, olvidan lo que han hecho, se inquietan por las noches, pasan insomnios y se preguntan si esas grandes obras que escribieron son tan grandes o si de veras ellos las escribieron un día. En esa ambivalencia, supongo, se origina la primera (invisible) fisura existencial, el ulterior resquebrajamiento.
¿Cómo pudo Bremen joderse la vida como lo hizo? ¿Qué necesidad tenía de ponerse a plagiar textos cuando ha escrito esas grandes novelas? ¿Cómo pudo olvidarse de lo que había construido con tanta paciencia? Quizá, cuando debió ser reafirmado, cuando debió haber obtenido el reconocimiento que merecía, no lo fue y no lo obtuvo, y eso sólo bastó para sembrarle la desconfianza, misma que, con los años, se acendraría llevándolo a la ruina y la locura.
Algo así debió pasarle a Melville, a Poe, a Stendhal, a Maupassant, a Kafka, a Márai, a Cernuda y a Donoso. Todos ellos no tuvieron en vida lo que merecían y, al contrario, contemplaron (mortificados) cómo otros, pequeñas hormigas, sí lo obtenían. Pero ¿por qué yo no y los otros sí? ¿Qué habrá sucedido en el ínterin? ¿Se habrán comparado con sus contemporáneos victoriosos y alabados? Era inevitable…
En lo que se parecen, en lo que todos conservan un mismo aire de familia, es no obstante en la errada intuición de sí mismos, una imagen falseada (y apócrifa) que nada tenía que ver con la realidad, con la percepción de la mayoría, quienes, al contrario, los admiraban y leían con devoción, como a remotos titanes y no como ellos se vieron al final de sus vidas: tipos fracasados o ineptos u olvidados.
Pero… volví a pensar al descubrir la jodida charcutería cerrada, ¿Cómo diablos comenzó todo, cuándo inició la desconfianza, dónde pudo originarse el angst? ¿Cuánta seguridad debe, por el contrario, albergarse para no caer fulminado ante las mediocres huestes de enanos?, pensé al girar en Rue de Cézanne y volver a casa malhumorado sin el maldito pollo. Amargarse la vida es más fácil de lo que cualquiera imagina. Despeñarse es sencillo si no se tiene presente lo que se hizo. Si todos ellos erraron, pensé como si se tratase de una estúpida revelación, fue en la percepción de sí mismos. Ésta, al final, los gangrenó e impidió vivir en paz, conformes y orgullosos.
¿Cómo hacer para no desplomarse en una falsa percepción?, me dije remontando Rue de la Clairière, ¿Qué pasos deben tomarse si me hallo descobijado, en el exilio?, ¿Cómo confiar en el valor de las palabras? ¿No estaré engañándome cuando le digo a Lourdes que basta con ser moderadamente feliz escribiendo en la periferia? ¿Me habré mentido todos estos años? ¿Era el precio de la supervivencia, el mendaz coste para no volverme loco? "



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