Por donde una vez caminamos (fragmento)Kjell Westö
Por donde una vez caminamos (fragmento)

"La mayoría de los granjeros locales afirmó que Levonen era un hombre inofensivo y decrépito a quien habían obligado a alistarse a la guardia revolucionaria por la fuerza y que una vez metido sólo había llevado a cabo simples guardias. Pero alguien le había oído fanfarronear durante una borrachera a base de aguardiente casero en la que animó a unos revolucionarios más jóvenes a deshacerse de todos los amos de Santanummi, mientras que él, por su parte, prometía cargarse de un tiro al sacerdote de la parroquia a cambio de diez marcos y un capazo de avena. Esa información fue suficiente para el sargento del Batallón de Nyland Occidental Julius Enerot y le sentenció a pena de muerte. Tuvieron que encargarse ellos mismos de la ejecución, porque los habitantes de Santanummi gruñeron y refunfuñaron y se negaron a aceptar la sentencia. Tras la primera ráfaga el viejo Levonen todavía se mantenía en pie y graznó: «Ampukaa paremmin, perkeleen hurrita», a ver si tenéis más puntería, suecos de mierda.
O aquel padre de seis hijos, Hissa de Sammatti. Había sido juzgado y ejecutado en Västankvarn a pesar de que todos los testigos de su localidad afirmaban una única cosa: que era un hombre humilde y justo. El único agravante que salió a la luz fue que Hissa había participado en los combates de Svidja y Sigurds. No se dieron explicaciones y nadie, a excepción del juez de guerra Hallenberg y los oficiales, tuvieron acceso a su acta.
Y luego estaba aquella madre de siete hijos, Anna Hemström de la aldea de Alkula. Su marido había caído en Tampere, y su hijo mayor tenía dieciocho años y había formado parte de la guardia roja de Virkby. Para empezar, Anna se negaba a revelar el paradero de su hijo escondido; además, había entrado en los almacenes de avena y grano de los granjeros sin permiso siquiera de los rojos. «Tenía que darles de comer a mis niños», había dicho llorando durante el interrogatorio. Sin embargo, los campesinos de Alkula y el comerciante de la aldea dijeron que era una mujer entrometida y lasciva que tuvo su primer hijo a los dieciséis años de padre desconocido. Cedi Lilliehjelm, quien dirigía la expedición de Alkula, la sentenció a muerte. En Alkula las ejecuciones se llevaban a cabo con una metralleta que los hombres de Västankvarn habían escondido en un matorral próximo a la recién excavada fosa común. Los prisioneros, incluida Anna Hemström, tuvieron que quitarse las botas y desnudarse de la cintura para arriba antes de bajar a la fosa. Los fusiles de los soldados de Västankvarn estaban escondidos a unos metros de allí y algunos de aquellos rojos de Alkula creyeron que eso les daba la oportunidad de escapar. Tuvieron tiempo de llegar al borde de la fosa y hasta de dar unos pasos fuera de ella, ya que los dos chicos de Kyrkslätt a quienes se les había encomendado la ejecución quedaron momentáneamente cegados por el sol poniente y dejaron pasar unos segundos antes de poner en marcha la ametralladora de la marca Maxim. La ametralladora Maxim era un arma muy poco precisa y la mayoría de los prisioneros, entre ellos Anna Hemström, yacían gritando y gimiendo en convulsiones cuando Cedi se aproximaba para darles el tiro de gracia. "



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